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La bolsa del barrio de la garrita, vecindario atrapado en el centro de Culiacán

Un pequeño callejón flanqueado casitas esconden historias de la frontera del placer, la servidumbre del comercio y la precariedad urbana del siglo XIX.

6 diciembre, 2022
La bolsa del barrio de la garrita, vecindario atrapado en el centro de Culiacán

Culiacán, Sinaloa.- Allá por la calle Zaragoza, a una cuadra del malecón, donde se están cayendo las paredes de viejas casitas, es el antiguo “Barrio de La Garrita” donde persiste el callejón de la bolsa. Un vecindario antiguo atrapado en el centro de la ciudad de Culiacán. Hoy conocido por pocos, pero antes vio correr el bullicio festivo en la frontera del placer y el refugio de la servidumbre urbana del siglo XIX.

Caminando sin prisas por la calle Ignacio Zaragoza de oriente a poniente, asómate a lo que parecen rejas para acceso a una cochera, te sorprenderá ver un estrecho callejón flanqueado de pequeñas casitas constituidas en una “bolsa de vivienda”, o “cuarterías”, su pequeña dimensión te hace pensar que ahí no vivían potentados, como en las cuadras de alrededor.

Ahí vivían familias modestas que en parte constituían la servidumbre para el comercio y las familias ricas. Por sus características de precariedad, antes, todo ese sector fue llamado el “Barrio de la Garrita”.

A orilla de banqueta una gran higuera pretende impedirte que la vista penetre al interior, pero aguzando el ojo vez una arquitectura de sobrada modestia. Es como un trenecito de vagones armados a base de pequeñas casitas. Pequeñas de tamaño y de espacio. Sala, comedor, cocina y recámara en un solo cuarto. Las “Cuarterías”, como también se les conoció, tuvieron unas modestas puertas de madera y un frágil techo a una sola agua.

Por ahí viaja el tiempo y el imaginario. Por ahí pretenden que viaje el arte para perpetuar la memoria. por ahí puedes llevar a pasear tu curiosidad para que sacie tu libre pensamiento.

Poca historia puede recogerse hoy sobre lo que fue la vida en ese pequeño cuadro de la ciudad, en tiempos en que en las cuadras inmediatas vivieron prominentes familias de la política, el comercio y la agricultura.

Hay unos datos del cronista Francisco Verdugo Fálquez de los años 40´s del siglo pasado, que describen el ambiente de toda la calle Zaragoza, que en ese tiempo se llamaba la Calle de la Sirena.

El cronista destaca que se trataba de un barrio de cantinas, entre las cuales estaba “La Sirena” que le dio el nombre a la calle. El nombre de Calle del Pescado, se debió a que la gente con poco conocimiento confundía la figura de la Sirena con un Pescado, y de allí tomó el otro nombre como se conoció desde fines del siglo XIX.

Con marcado nivel de frialdad lo describe como un barrio “rojo” lleno de cantinas y donde se llevaban a cabo bailes populares “de no mucha reputación social”.

Iniciando la ruta del cronista a partir del cruce de la Zaragoza y Morelos, describe que existió un edificio -sórdido, según el cronista- una vieja casona donde funcionaba la “Casa de Beneficencia” donde se alojaban mujeres “públicas” y era asistida por el Ayuntamiento.

Más hacia el poniente había una cancha destinada al juego de pelota conocida como “El Rebote”, era una suerte de frontón; allí se desarrollaban tertulias y competencias que intranquilizaban a las familias que vivían en las “Cuarterías”. Viviendas muy pobres, que a la postre se mantienen hasta nuestros días, como testigo mudo y signo de identidad del barrio.

Ya entrando en esos callejones, bien puedes imaginar a Don Baliarto, el noble zapatero que dejó huella en la juventud deportista de entonces, convirtiendo su taller de reparación en el centro de reunión más concurrido del barrio. Entre el martilleo de zapatos rotos debieron explotar las carcajadas por las “pullas” y chascarrillos.

Según el cronista, lo que distinguía a la calle Zaragoza eran sus viviendas en “cuarterías” que también se conocían como “bolsas” donde habitaban, casi hacinadas numerosas familias pobres. Genuinos vecindarios, dignos para entretejer obras literarias.

Así se vivió y ese estilo de vida no fue obstáculo para progresar y salir adelante, por el contrario la convivencia familiar, de comunidad, que allí se daba forjó valores éticos y sociales que les permitieron ser ciudadanos positivos y de bien para la sociedad. Donde abundó el mal, abundó la gracia.

Hasta finales del siglo XX todavía se habitaba algún cuarto, pero las condiciones de abandono y la fragilidad de las paredes ponían en riesgo la vida, y con eso fueron quedando en el callejón del olvido.

Y en el recorrido por la acera norte, hacia lo que hoy es la avenida Donato Guerra, se precisa que ahí se estableció la Empresa de Agua, construyendo su edificio en el lugar que ocupaba otra “cuartería”. Y más adelante intentó establecerse una fallida empresa de luz que fue contratada para poner alumbrado público. Cada paso a la modernidad fue un demoledor golpe al “Barrio de la Garrita”

Este 2022 fue el testigo del derrumbe de algunas fachadas sobre la calle Zaragoza, fue un aviso público de lo que ya estaba sucediendo durante un siglo en interiores.

Hoy el Callejón de la Bolsa y algunos espacios del “Barrio de la Garrita” forman parte de un modelo de intervención integral para recuperar espacios para el arte y la cultura, para apuntalar su arquitectura y enriquecer los signos  de identidad urbana como valores intangibles que reivindican los barrios pobres de Culiacán.

En “La Garrita” las “cuarterías” se tragan tu mirada queriendo retener tu paso. Un canto desesperado en la calle de la Sirena.

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