Julio Morales salió de Culiacán pintando sueños por el mundo
Gracias a una idea de pintar un mural en un restaurante donde él trabajaba en Canadá, se ganó la admiración de los canadienses.
Gracias a una idea de pintar un mural en un restaurante donde él trabajaba en Canadá, se ganó la admiración de los canadienses.
Julio Morales es originario de la ciudad de Culiacán, su vocación por la biología, Artes Plásticas y la música lo han llevado a visitar y conocer diferentes partes del mundo.
Hace dos años, Julio soñaba que pintaba detalles mexicanos sobre una pared de un enorme edificio que no conocía.
Así, comenzó su aventura cuando decidió “seguirle el rollo” a su mejor amiga, que lo invitaba a seguirla en un viaje a la gran ciudad de Toronto, Canadá.
Julio jamás había pensado en visitar Canadá, porque tenía una idea errónea de aquellas tierras norteñas; el frío, ríos, bosques, osos, alces, montañas, salmón, cabañas y enormes lagos. Esa era la idea que, para muchos como él, tenía de Canadá.
Si bien es cierto, hay mucha razón en lo general de este país, sin embargo, no sólo es eso, sino que Julio descubrió un mundo enorme y desconocido de multiculturalidad y biodiversidad.
Así nos cuenta su historia:
“Recuerdo que me sentía algo extraño como en todos los viajes, la espera del vuelo, las conexiones, los aeropuertos, la gente, los oficiales de migración, etc., todo eso fue bastante estresante para agregar a la aventura.
Al arribar a Toronto y salir del aeropuerto para tomar un autobús al centro de la ciudad, se desprendía un fuerte olor a tierra húmeda y bosque. Y creo que aún sigue impregnado en mi corazón ese aroma.
Dejamos maletas en casa de un amigo y por un momento creí que Toronto era el barrio de Dufferin (el área más latina de la ciudad) y juzgué por la apariencia. Grave error, porque nos movimos a Spadina, la calle más relajada y bella de la zona hipster del centro.
Así fue que conocí por primera vez un streetcar. El vehículo de identidad de la ciudad es el equivalente a un tranvía, pero cerrado.
Y llegamos a esa belleza de aguas calmas sobre el Shore Lake del Lago Ontario y junto al rascacielos, enormes edificios y mucha gente llena de color y alegría porque comenzaba la primavera. Todo mundo está realizando alguna actividad al aire libre y nosotros elegimos descansar en un parque contiguo a la avenida principal frente al lago.
Descanse bajo el enorme sauce llorón que dirige la orquesta vegetal que existe en el lugar. Y bajo aquel padre arbóreo, me salió un fuerte pensamiento: HE LLEGADO A CASA.
Así comenzó mi aventura en esta gran ciudad que cobija mis sueños y con la cual tengo una deuda de gratitud.
Había viajado y conocido tantos lugares del mundo, pero nunca me había sentido en casa.
Yo estudié música, Artes Plásticas y Biología en la Alma Mater de la Universidad Autónoma de Sinaloa desde los 4 a los 21 años, donde guardé, ese acervo de conocimiento porque la vida se encargó de llevarme a distintas áreas profesionales y trabajos diversos que no siempre tenían que ver con el área de conocimiento con la que me formé.
Siempre dije que era un artista de closet, porque jamás compartía lo que escribía, componía o dibujaba, mucho menos pintar. Quizá solo mi familia y amigos cercanos sabían de mis habilidades.
Tenía un profesor de Biología que me decía: Estás pobre porque quieres. Y había algo de razón en ello. Siempre quería estar guardando los talentos, o bien ocultando lo que no se puede evitar.
Pero hay un tiempo para subirte en la ola de tu vida, siempre y cuando la busques con equilibrio y constancia. Y así fue, que comenzó mi ola trabajando en un restaurante que amaba por la comida y las personas que lo componían.
“Pantry”, fue una casa de vivencias de todo tipo, porque después de ayudar en la cocina o en la bodega o en tareas especiales como arreglar cosas, llevar, traer, limpiar, sacar basura, etc. Todo era una aventura, todo era nuevo y siempre había algo que descubrir.
Un día mi jefe me llamó para que le proveyera de ideas en la remodelación del restaurante. Y con tanta pared blanca y desocupada, le dije: - ¿Por qué no hacemos un mural que hable de la comida del restaurante?
Y contestó: ¿y quién lo haría?
- ¡pues yo!.
Lo que al principio le dio gracia fue saber que podía pintar un mural. Pero lo que al final le dejó una enorme gratificación, no sólo a él, sino a los que visitaban y disfrutaban del lugar. Recuerdo que me pagó un extra por el trabajo realizado.
Los comensales llegaron muy temprano para comer algo y estarme viendo pintar. Me regalaban alabanzas por el trabajo que hacía y esa era mi terapia ocupacional, la contemplación.
Al terminar aquella pieza de arte, sobre las bondades del campo y los alimentos Kosher, muchas cosas cambiaron en mi vida, no solo por la percepción que los demás tenían de mí, por ser el ayudante del ayudante, o porque luego me convertí en el pintor del mural. Todo mundo cambió su actitud para conmigo y ahí comenzó la fiesta.
Una cosa me llevó a otra y fue que llegué a Maíz, donde pinté 4 restaurantes de la empresa y luego pinté para Latin Flavours, el más grande que he realizado en todo este tiempo.
En todos los espacios, creo que hay mucho de mí. Y cada uno tiene un toque distinto por el concepto o la idea del cliente. En este caso, siempre me han permitido que fluya con ideas y han confiado en el trabajo que hago, dejando buenos amigos en el lugar y grandes experiencias. Eso reafirma mi confianza y mi objetivo de vida que es estar pleno en lo que soy.
Siempre me gusta compartir en mis ilustraciones la bondad de la naturaleza en nuestra Latinoamérica. La “Pachamama” llena de amor y gloria en la biodiversidad. El Jaguar, las aves, el venado, el maíz, los plátanos, los chiles, las calabazas, el café, el chocolate.
Hay tanta riqueza en nuestra tierra y solo puede ser movida a través de nuestros cuerpos. Como cuando pintamos, cantamos, escribimos, leemos, escuchamos, comemos, bailamos, etc. Todas y cada una de las personas que llegan de otros países, vienen a probar suerte o construir una mejor calidad de vida. Todo esto plasmo en mis colores y a través de mis obras.
Es curioso que antes vivía en el closet del arte y ahora, solo quedan ahí mis miedos.”
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La perspectiva del artista culiacanense.
En la actualidad el “culichi” Julio Morales desarrolla algunos proyectos de Ilustración para educación ambiental en México y Canadá, Diseña tatuajes, proyectos de arte, colaboraciones en la música, además realiza ideas con la jardinería y proyectos verdes.
Considera que hay mucho trabajo por hacer, pero la labor más importante, es dignificar nuestras vidas y nuestros derechos a través de sociedades más justas, pacíficas y sostenibles.
En un futuro se ve trabajando con grupos vulnerables o minorías, con personas que en estos momentos viven situaciones difíciles, por su raza, su país, su condición sexual, su género, sus limitaciones, sus sueños de buscar una felicidad plena y personal, como la que todo mundo busca.
“Y claro, sin dejar a un lado el pensamiento de nuestra temporalidad y la continuidad de las futuras generaciones” destacó Julio.
Pintando sueños en otro país, ahora pinta esperanza para México.
Puedes encontrar el trabajo de Julio en las siguientes cuentas de Instagram:
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