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El telegrama se niega a morir

La historia del telegrama sigue viva.

22 febrero, 2021
El telegrama se niega a morir
El telegrama se niega a morir

En pleno 2021 algunas personas continuan con el uso del telegrama

En casa de herrero —ya se sabe— azadón  de palo.

Hacia 1862, después de haberse quemado las pestañas para escribir las cientos y cientos de páginas que componen Los Miserables, puede que con calambres aún en los dedos por sujetar la pluma y dolores en el espinazo tras encadenar noches en vela inclinado sobre su mesa, Víctor Hugo quiso interesarse por cómo marchaban las ventas de su nueva novela.

Si el mito es cierto, el francés se plantó en una oficina de telégrafos y pidió enviar un mensaje a Hurst & Blackett, la editorial que estaba moviendo el libro en Inglaterra.

En vez de redactar un largo párrafo del tono ampuloso tan al gusto de los lectores victorianos, Hugo, aficionado a los libros al peso y las oraciones subordinadas que dejan al lector al borde de la asfixia, telegrafió un solo signo: “?”.

A modo de respuesta, recibió otro: “!”. Suficiente.

A buenos entendedores —ya se sabe— pocas palabras.

El de Víctor Hugo es uno de los telégrafos más famosos de la historia, pero ni de lejos el más importante. En enero de 1917 el "Zimmerman" precipitó que Johnny —y con él EE.UU.—, tomara su fusil para participar en la Primera Guerra Mundial.

Algunos años más tarde, en abril de 1945, Hermann Goering hizo telegrafiar otro mensaje a Hitler, por entonces parapetado en su bunker de la cancillería, que lo desgraciaría a ojos del führer y nos ayuda hoy a entender mejor el caos con el que los mandos nazis asistían al avance aliado.

A la radiotelegrafía recurrió también el buque Titanic en abril de 1912 para alertar de su hundimiento y pedir ayuda al "grito" de CQD y SOS.

La lista de mensajes famosos emitidos al ritmo machacón y agudo del Código Morse suma y sigue.

Entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX algunas de las comunicaciones más importantes, esas capaces de desencadenar guerras y golpes de estado, con las que se anunciaban grandes catástrofes y victorias, se emitieron con el lenguaje lacónico de los telegrafistas.

A golpe de “Stop” y frases de tono quirúrgico que no desentonarían en un poemario de haikus se lanzaban de una a otra punta del globo noticias sobre nacimientos y bautizos, muertes y funerales.

Su importante legado en la historia

Hoy el telégrafo es historia en buena parte del mundo. Reino Unido lo abandonó hace ya décadas, en 2006 la Wester Union dejó de ofrecerlo en EE. UU. y La India le dijo adiós también hace casi diez años, en 2013.

En Francia Orange —compañía heredera de France Télécom— emitió a finales de abril de 2018 su último telegrama.

Según desveló por entonces un trabajador de la empresa, el mes en que desapareció el servicio se habían enviado apenas 1.400 mensajes.

Si se tomara como una media fiable y extrapolable —no es descabellado pensar que en Navidad, por ejemplo, el flujo se disparaba de manera sensible—, en doce meses se sumarían algo menos de 17.000 mensajes, lejos de los 900.000 de 2005, por ejemplo.

“Stop y fin”, concluía aquel envío de la primavera de 2018 con el que Orange puso el broche a 139 años de historia telegráfica gala.

Activo, sí; pero con el motor en baja

Correos mantiene el servicio, aunque poco tiene que ver con el de hace un siglo. Ni a nivel técnico, ni desde luego de implantación social.

Hoy nadie se imagina a Juan José Millas, Juan Gómez-Jurado o Arturo Pérez-Reverte telegrafiando a sus editores para preguntar cómo marchan las ventas de sus libros.

El teléfono, el burofax y el email han terminado reduciendo el telégrafo a su mínima expresión. No deja de haber, con todo, quien ve en WhatsApp o Telegram (guiño, guiño) a sus herederos directos.

Puedan o no considerarse como tales, resulta significativo que cuando en la primavera de 2018 saltó la noticia de que Francia suprimiría su servicio, Correos tuviese que confirmar que el canal, como tal, seguía todavía “vivo” en España.

La operadora publicita el servicio de “Telegramas” en su web oficial, desde la que incluso permite enviar mensajes y en la que detalla de forma pormenorizada sus tarifas.

Más complicado resulta hacerse una idea de cómo ha evolucionado su demanda. Correos reconoce que en sus informes anuales “ya no se incluyen” los datos desgranados sobre el volumen de telegramas transmitidos.

Sí lo aportaba hasta hace no mucho. En el de 2012 se recoge aún que ese ejercicio se gestionaron “5,6 millones de telegramas”, un 8,8% menos que en 2011.

El telégrafo sigue en pie de lucha

¿Significa eso que el telégrafo arrojó la toalla hace ya un siglo, resignado por las ventajas del teléfono? No.

A lo largo de la primera mitad del siglo XX el servicio abrazó la consigna del "renovarse o morir" e intentó adaptarse e incorporar nueva tecnología y prestaciones.

En la década de los 20 y 30 empezaron a usarse de forma tímida aparatos teleimpresores, como los dispositivos Morkrum, Siemens y Creed. Cuando los clientes —prensa y bancos, sobre todo— pasaron a demandar una comunicación más ágil y con enlaces en sus propias oficinas se creó Télex.

El servicio arrancó en 1954, de la mano de Telégrafos. En 1987, cuando su número empezó a bajar ante la competencia creciente del fax, sumaba ya unos 42.000.

A mediados de los 70 se dio un paso más y el telégrafo dijo adiós a la vieja red de hilos y postes. En las rutas principales se cambiaron por una red de radioenlaces más modernos. A lo largo de esa misma década se impulsó una puesta al día en las propias centrales.

“Fueron incorporando tecnologías electrónicas, eran centrales de conmutación de mensajes, que ya no tenían elementos mecánicos, sino que eran ordenadores convencionales que almacenaban y enviaban la información en circuitos especializados. Los teletipos también cambiaron y se asemejaron a los ordenadores de las oficinas.”, recuerda Crespo en Los Caminos de la Comunicación: La Telegrafía Eléctrica. En 1983 se daba otro hito con el nacimiento del burofax, que iba un poco más allá y permitía compartir documentos e imágenes a distancia y con un valor jurídico.

Mientras tanto, y aunque en menor medida y con una operativa que poco tiene que ver con la de hace décadas, desde luego, los telegramas siguen zumbando como portadores de noticias.

Con información de  Xataka.com


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