El Panteón La Lima de Culiacán: bajo los árboles de inmortal recibe rezos y risas de los mortales

En la colonia Villa Universidad, las familias de Culiacán convierten el Día de Muertos en una jornada de recuerdos y convivencia donde los inmortales son los árboles floridos

Por: Juan Francisco Sotomayor

Al acercarse al Panteón La Lima, el aire se impregna de una mezcla entre flor y nostalgia. No es un día cualquiera: decenas de familias caminan con ramos de cempasúchil y gladiolas, cubetas, veladoras y agua.

En día de muertos el silencio habitual del camposanto se rompe de vez en cuando con la risa de los niños, el murmullo de los rezos o el acorde de un músico norteñito que, con su acordeón, rinde homenaje al gusto del difunto.

La Lima, es uno de los siete panteones públicos de la ciudad de Culiacán sinaloense, no es el más antiguo —ese título lo conserva el panteón San Juan, fundado en 1844—, pero sí es uno de los más representativos del oriente de la ciudad.

Los árboles de inmortal cubren con su flor blanca y sombra los senderos del camposanto.

Se ubica frente a la Ciudad Universitaria, en la colonia Villa Universidad, este cementerio guarda historias de quienes llegaron desde las comunidades rurales ubicadas rumbo a la sindicatura de Imala, y posteriormente de las familias avecindadas en la zona periférica de la colonia La Lima.

Entre flores blancas de “inmortal” y recuerdos eternos

Casi todos los panteones son lúgubres, pero el de La Lima adquiere belleza sólo de los árboles de inmortal, que para el día de muertos expresa su máxima floración. Su follaje vestido de blanco parece cubrir las lágrimas del duelo, transformando la tristeza en un paisaje sereno y luminoso.

Este tipo de árboles predomina en algunos panteones de Sinaloa, pero este panteón tiene la virtud de tener la mayor plantación en el pequeño espacio. Se trata del árbol con nombre científico Cordia elaeagnoides.

Las flores blancas de los árboles de inmortal dan al Panteón La Lima un aspecto sereno y luminoso.

El árbol de inmortal, también llamado bocote, barcino o cueramo, es originario de México y se distribuye de forma natural a lo largo de la costa del Pacífico, desde Sinaloa hasta Chiapas. En La Lima, su presencia se ha convertido en símbolo y compañía para quienes visitan a sus seres queridos.

Un camposanto sin trazos, pero lleno de vida

A diferencia de otros cementerios más antiguos o estructurados, el Panteón La Lima carece de un trazo planeado. Las tumbas se encuentran sobrepuestas, separadas por estrechos pasadizos inconclusos, que parecen laberintos sin destino, sólo tolerados por el amor de las familias.

El panteón de la Lima tuvo sus primeras inhumaciones con personas de las comunidades rurales rumbo a la sindicatura de Imala y de La Lima

Durante el Día de Muertos, el panteón cobra vida. A la entrada, una fila de visitantes espera su turno para acceder al agua con la que limpian las lápidas, retirando el polvo del tiempo.

Sobre lápidas se escuchan oraciones, música y conversaciones. Algunos rezan, otros ríen al recordar anécdotas de los difuntos, y no faltan los que improvisan una comida o comparten una botana entre tumbas adornadas con flores y velas

Risas, rezos y música que vence el olvido

En La Lima, el duelo se expresa a través de la convivencia. Los músicos ambulantes, los tradicionales "chirrines" o norteñitos se abren paso entre las tumbas tocando corridos, rancheras y baladas. Cada nota se convierte en una ofrenda sonora que disipa la tristeza y celebra la vida de quien ya partió.

Así, bajo la sombra de los árboles de inmortal, el Panteón La Lima reafirma su identidad: un lugar donde el recuerdo florece cada noviembre, donde las lágrimas se mezclan con risas y donde la memoria se prolonga, literalmente, con flores de inmortal.