Bertha Delgado, conocida con cariño como Doña Nieves, ha vendido nieves de garrafa durante más de cuatro décadas en Culiacán con esfuerzo y gratitud, convirtiéndose en un ejemplo de esperanza y cercanía que endulza e inspira a toda la comunidad
Por: Juan Madrigal
Culiacán, Sinaloa. - A sus 70 años, Bertha Delgado sigue demostrando que la dignidad, el esfuerzo y la gratitud pueden más que cualquier carencia. Muchos la conocen como Norma, nombre que la acompañó desde niña, pero hoy es reconocida con cariño como “Doña Nieves”, la mujer que desde hace más de cuatro décadas endulza la vida de quienes prueban sus sabrosas nieves de garrafa y comparten con ella algo más que una compra: una sonrisa, una palabra, un gesto de humanidad.
Doña Nieves: 70 años de vida, trabajo y gratitud que endulzan Culiacán
Desde muy pequeña, la vida le enseñó a trabajar. Su madre quedó viuda con siete hijos, y Norma, sin oportunidad de ir a la escuela, tuvo que ganarse la vida desde niña en el surco, plantando tomate y más adelante en los empaques.
“Yo no fui a la escuela, desde niña ya trabajaba. La vida me enseñó a contar, pero no a leer”, expresó con honestidad, sin rencor, como quien aprendió a salir adelante con lo que tuvo.
Hace más de 50 años comenzó su historia con las nieves. Se casó con Rigoberto Jauregui, un hombre que, al igual que ella, conoció el trabajo duro desde niño y dedicó su vida a la elaboración artesanal de nieves de garrafa.
Juntos formaron una familia de ocho hijos, sacándolos adelante a base de esfuerzo, hielo, fruta y constancia.
“Él hace la nieve y yo la vendo. Él tiene más de 50 años haciéndola, yo más de 40 vendiéndola”, dice con orgullo.
Las nieves de garrafa Jauregui se han vuelto parte del sabor y la memoria del barrio. Fresa, ciruela, vainilla y limón son las más solicitadas, aunque también deleitan con sabores como capuchino, mango, guanábana y muchos más.
Doña Nieves, durante años recorrió tianguis empujando su carrito, hasta que hace 11 años, por problemas de salud, decidió establecerse en un punto fijo, afuera de Coppel Abasto, sobre la avenida Patria, donde atiende todos los días de 9 de la mañana a 8 de la noche.
“No tengo descanso y menos en estos tiempos que está muy difícil la situación. Si no vengo es porque estoy muy enferma”, contó. Aun con un fuerte problema en la columna, dolores constantes y después de haber sobrevivido a tres infartos, Doña Nieves no se rinde.
“La columna la tengo bien desgraciada de tanto trabajar en el campo y empujar el carrito, pero aquí sigo echándole ganas”, manifestó con una sonrisa que desarma.
La vida no ha sido fácil. En los últimos años las ventas han bajado y una fuerte crisis económica los obligó a vender hasta su casa. Hoy vive en una vivienda prestada por una sobrina, y su mayor anhelo es volver a tener un hogar propio.
Doña Nieves, la abuela y tía que endulza más que el paladar y regala sonrisas
Aun así, jamás pierde la gratitud. “Aquí de hambre no me muero. La gente me quiere mucho; me traen té, sueros, comida… son personas de corazón grande y bonito, porque siempre les nace compartir. Dios los bendiga siempre”, expresó con la voz cargada de agradecimiento.
Sus clientes no son solo clientes. Son familia. Le dicen tía, abuela, y ella los llama sus “nietos y sobrinos postizos”. Uno de sus hijos siguió la tradición y también vende nieves en el centro de Culiacán.
“Ese cariño me lo he ganado tratando bien a la gente, me compren o no. Aunque esté muriéndome de dolor, siempre les doy la mejor cara”, compartió la vecina de la colonia Lázaro Cárdenas.
Está en espera de una valoración médica para saber si es apta para una cirugía de columna. Sabe que debe cuidar su corazón, pero también sabe que quedarse en casa no es opción.
“Si me quedo en casa me muero de tiricia. Uno está hecho para trabajar. Si te cortan la hebra, te mueres”, afirmó con convicción.
Mientras el “Todo Poderoso” le preste vida, Doña Nieves seguirá llegando cada mañana a su punto de venta, con el cuerpo cansado pero el corazón firme, guiada no solo por la necesidad, sino por el amor inmenso al trabajo y a la convivencia que da sentido a cada uno de sus días.
En cada cono o vasito de nieve Bertha Delgado no solo entrega delicia, también regala sonrisas y esperanza.
Su historia recuerda que cuando el cariño sostiene y la gratitud acompaña, ni el dolor ni la adversidad pueden apagar las ganas de luchar, y que aun en los días más difíciles, siempre queda la dulzura de la vida y la fuerza para seguir soñando.