Ramón Durán, zapatero de Santa Fe, mantiene viva la tradición familiar de reparar calzado con pasión y arte desde su taller en casa
Por: Francisco Castro
En un pequeño taller del fraccionamiento Santa Fe, entre los bulevares Constelaciones y Santa Fe, se conserva viva una tradición que nació en 1968: la reparación artesanal de calzado.
Quien mantiene en pie esta tradición es Ramón Ernesto Durán Martínez, un hombre de 48 años que aprendió el oficio de su padre a los 13 y que, luego de haber sido piloto aviador, volvió a sus raíces para continuar con el legado familiar.
“Este es un oficio que aprendí en casa, en la colonia Tierra Blanca. Mi papá fundó Reparadora Jalisco y a todos sus hijos nos fue involucrando poco a poco”, relata Ramón, quien, junto con varios de sus hermanos, ha dedicado su vida a mantener viva esta profesión que hoy muchos consideran en riesgo de desaparecer.
Piloto profesional por un tiempo
Aunque estudió y ejerció como piloto por cinco años, una escena familiar lo hizo cambiar de rumbo: su hija y su esposa llorando por el miedo a perderlo cada vez que volaba. “Renuncié y volví al taller. Me di cuenta de que estaba matando de angustia a mi familia”, confiesa para Tus Buenas Noticias.
Con más de 10 años establecido en Santa Fe, y ocho de ellos trabajando desde su propio domicilio, Ramón ha consolidado un negocio autosustentable. Antes rentaba un local, pero descubrió que los altos costos lo limitaban.
Hoy, gracias a una oportunidad inesperada, opera desde casa y trabaja mayormente solo, a veces con el apoyo de su esposa.
Su taller ofrece todo tipo de reparaciones: desde costuras y suelas hasta limpieza especializada de calzado deportivo, un servicio en auge que ha sabido incorporar a su oferta.
La reparación de calzado es un arte, considera Ramón
Ramón defiende el oficio con orgullo. “La reparación de calzado es arte. Hay que hacerlo con amor, con detalle. Yo he sido honesto y transparente con mis clientes, y eso me ha dado resultados. No me ha faltado trabajo”, afirma.
A pesar de que sus tres hijas no continuaron el oficio, tiene la esperanza de que algún nieto lo haga. “Me encantaría que alguien de mi sangre siguiera con esto que es más que un negocio: es herencia y es historia”, dice.
Mientras tanto, Ramón continúa reparando, cosiendo y renovando, con manos que aprendieron de niño, con un corazón agradecido y con la certeza de que el arte de su padre sigue caminando, paso a paso, en cada zapato que vuelve a la vida.
En tiempos donde la violencia y la incertidumbre tiñen de gris muchas calles del país, historias como la de Ramón Durán brillan como hilos de esperanza.
Su oficio, aprendido en familia y sostenido con pasión, es testimonio vivo de que el trabajo honesto sigue siendo una forma de resistencia y dignidad. Más allá de coser zapatos, Ramón repara confianza, renueva sentido y afirma que los oficios, lejos de ser cosa del pasado, son una base firme para construir futuro.
Porque en cada suela restaurada camina también la idea de que el esfuerzo diario, la ética y el compromiso con lo bien hecho aún tienen lugar en el México que queremos.