De vencer miedos a encontrar su vocación, Thamara ha convertido su estudio "Enfocarte" en un espacio para el arte.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
A los 14 años, Thamara Irasema Ochoa Medina ya sostenía una cámara entre sus manos. A esa edad la fotografía le pareció una responsabilidad demasiado grande: trabajar con rollo, calcular los pasos, no tener margen de error.
"En ese entonces era todo muy empírico, y sí me dio miedo. ¿Cómo me vas a poner a hacer un evento sola?", recuerda con una sonrisa.
Hoy, con 44 años, dos hijas universitarias y quince años de trayectoria como fotógrafa, sabe que no solo venció el miedo, sino que encontró su vocación.
Una familia de pioneros en la fotografía de Culiacán
Su historia tiene mucho de contradicción, pero también de destino. "Somos pioneros de fotógrafos en la familia. Mi papá, Tomás Ochoa, lo fue. Mi hermano también. Yo juré y perjuré que no me iba a dedicar a esto... pero aquí andamos", dice entre risas para Tus Buenas Noticias.
Aunque se graduó como licenciada en Ciencias de la Comunicación, y alguna vez soñó con ser locutora, fue la fotografía la que terminó atrapándola con su lenguaje de luz y emoción.
En medio de la búsqueda profesional, Thamara se enfrentó a una decisión que cambiaría su rumbo: su trabajo absorbente apenas le dejaba tiempo para estar con sus hijas.
Un difícil emprendimiento
"Decidí ser mi propia jefa y emprender un negocio que me permitiera compartir más tiempo con ellas".
Así nació Enfocarte, su estudio fotográfico, que hoy es mucho más que un lugar para capturar imágenes.
"Soy una persona muy emocional. Los pequeños detalles para mí son importantes. Y si quedan captados en una imagen, mucho mejor", cuenta.
Para ella, la fotografía es más que estética: es memoria viva. "Crecemos, y la memoria se va. Una fotografía perdura, y me encanta estar con la gente, ser parte de su felicidad".
Su conexión con la gente logra grande resultados
Pero su labor va más allá del encuadre y la luz correcta. "En cada sesión necesito hacer ‘match’ con el cliente. Si no hay conexión, las fotos no salen naturales. Yo siempre les digo: te quedes o no conmigo, haz click con tu fotógrafo. Tiene que haber confianza".
Esa sensibilidad se multiplica cuando trabaja con niños. De hecho, tras la pandemia, encontró en la fotografía infantil una nueva forma de reinventarse y de salir adelante.
"Empezamos desde cero. En mi casa, sin el espacio ni los elementos adecuados. Pero poco a poco fuimos armando el estudio, aprendiendo desde cómo inflar un globo hasta cómo hacer decoraciones".
Es más que una fotógrafa
Hoy, Thamara conoce de iluminación, escenografía, decoración, psicología infantil y hasta producción.
"No solo eres fotógrafa. Eres animadora, decoradora, y a veces hasta terapeuta de papás estresados. Porque los niños no posan, se mueven, gritan... y eso está bien. Primero calmas a los papás. Les explicas que lo perfecto no siempre es lo mejor. A veces, una foto natural es la más bonita".
Y si algo tiene claro es que este trabajo exige entrega total. "Aquí no entra la vergüenza. Si tienes que brincar, cantar, aplaudir, lo haces. Tienes que creértela, saber que tu trabajo es importante. Porque es eso: detener el tiempo en una imagen".
Tras 15 años en el mundo de la fotografía, Thamara sabe que permanecer no es casualidad. "Hay mucha diferencia entre el fotógrafo que solo trabaja por dinero y el que ama lo que hace. Tienes que tener creatividad, paciencia y amor por lo que haces. Eso te hace quedarte".
"Mi sueño era que me conocieran, dejar algo. Y la fotografía me lo dio. Paso por esta vida haciendo lo que me gusta… y dejando huella".
Y entre luces, sonrisas y emociones, Thamara sigue haciendo magia, una fotografía a la vez.