Más de 40 años lustrando sueños. Don Armando, el bolero de Culiacán que transformó su esfuerzo en dignidad

Desde los once años, ha estado lustrando calzado en Culiacán con esfuerzo y compromiso.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

A don Armando le brillan los ojos mientras habla de su trabajo. No es por el reflejo de la grasa ni por el brillo de los zapatos que ha lustrado durante más de 40 años.

Es porque sabe que todo lo que tiene hoy, su casa, su familia y su tranquilidad, lo ha conseguido gracias a ese oficio noble que eligió desde niño.

Un amor que inició en la infancia

Con dedicación Armando realiza su trabajo diariamente en Catedral.

“Yo empecé en 1979, con un cajoncito de bola. Tenía apenas 11 años y boleaba en la KZ4 a todos los músicos y mariachis. Los fines de semana, venía a la Plazuela Obregón, donde un señor que todos conocíamos como el abuelo, me daba chance. Él me enseñó que esto se hacía con méritos. Tenía que bolear tres veces para ganarme una”, cuenta con cariño para Tus Buenas Noticias.

Ese “abuelo” era el General don Juanito Ramírez, quien primero se negó a enseñarle porque quería que estudiara. “Me decía que no boleara, que mejor me quedara en la escuela. Pero yo le insistía que quería tener mi dinerito. Hasta que un día lo convencí”, recuerda.

La historia de Armando no es casual. Su abuelo paterno boleaba en las florerías del mercado hace más de 50 años, y su padre también se dedicó por un tiempo a este oficio.

“Cuando mi papá se robó a mi mamá, le dijo que trabajaba en un banco. Un día ella lo cachó dándole bola a unos zapatos y le reclamó, y él le dijo: 'Sí trabajo en un banco… ¡en ese banco donde estoy sentado!’”, recuerda entre risas.

Lustrando calzado sacó adelante a su familia

Trabajando como lustrador de calzado ha logrado sacar adelante a su familia.

Estudió primaria, secundaria y llegó hasta segundo año de preparatoria, pero el llamado de la vida fue otro. Se casó con María Aurora Sáinz, su compañera de vida, con quien tuvo tres hijos.

“Lustrando calzado pudimos sacar adelante a la familia. Me dediqué a trabajar y ahorrar. En 1991 nos dieron un terrenito por allá en la 5 de febrero, estaba muy feo, era casi una laguna. Yo lo fui rellenando con carretilla y tierra… hasta que un día, un señor que me vio dándole duro mandó traer maquinaria para ayudarme. Ese día supe que valía la pena no rendirse”, reconoce.

Armando ha boleado los zapatos de empresarios, artistas y políticos. Uno de ellos fue Maquío Clouthier, quien le dio un consejo que nunca olvidó:

“Me dijo: ‘Armando, si tú ahorras durante 30 años, vas a tener una casa muy bonita’. Yo pensaba que estaba loco, pero ya pasaron casi 40 años y sí es cierto. Ahorita tengo mi casa, gracias al ahorro”, reconoce con respeto.

Una vida disciplinada le ha dado el éxito

Armando es un ejemplo de disciplina con tanto tiempo de trabajo dedicado a lustrar calzado.

Es disciplinado y agradecido. Nunca ha fumado ni probado drogas. A los jóvenes que se le acercan, siempre les aconseja: “No se droguen. Échenle ganas. Todo se puede si uno se lo propone”, dice.

Entre semana y fines de semana, Armando llega a la Plazuela Obregón a las 10 de la mañana y se va hasta las 7 de la tarde. No solo bolea, también pinta, lava tenis y repara calzado.

“Yo les digo a los clientes que aquí me encuentran siempre. Soy el primero por el pasillo frente al MIA. Y si me dejan sus zapatos, respondo por ellos. A veces me he equivocado, pero nunca he perdido un par. Si me los llevo, me aseguro de regresarlos”.

A pesar de que la economía ha estado difícil en los últimos años, Armando nunca ha perdido la fe.

“Nos ha bajado mucho el trabajo, pero poco a poco está mejorando. Hay gente que no trae dinero y les cobramos menos. Pero también hay quien valora nuestro trabajo y nos da 100 o hasta 200 pesos por una boleada”, dice con honra.

Su oficio es una fuente de inspiración

El oficio, para él, no solo ha sido una fuente de ingreso, sino de inspiración. En los años noventa estudió música en DIFOCUR y en la Escuela de Música de la UAS. Tocaba clarinete y hasta llegó a compartir escenario con músicos de la Banda El Recodo.

“Una vez toqué con la Banda Tierra Blanca en el 2000. Me daban chanza, pero no me dediqué a eso porque no me gusta desvelarme. A las cinco de la mañana ya estoy despierto”, comenta.

A sus 55 años, sigue soñando con llegar a los 75 boleando zapatos. “No sé por qué me gusta tanto esto, pero me encanta. No me he hartado. Quiero seguir. Este es un negocio muy noble. Me ha dado todo lo que tengo y todavía me falta por vivir”, reconoce como si lo trajera en el ADN transmitido de su padre y su abuelo.

Don Armando es un ejemplo de que el trabajo honesto, aunque sencillo, puede construir una vida entera. Como él mismo dice, con orgullo y sin pretensiones:

“Yo no tengo vicios, tengo valores. Y eso lo aprendí boleando”.