Descubre la transformación del edificio de cantera que alberga la historia escrita de Sinaloa.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
Quien camina por la calle Antonio Rosales y levanta la vista hacia ese imponente edificio de cantera y arcos de medio punto, puede no saberlo, pero está frente a uno de los recintos más importantes de la historia de Sinaloa.
El Archivo Histórico del Estado no solo conserva documentos: guarda la memoria de generaciones enteras.
Un majestuoso edificio
Ubicado entre las calles Domingo Rubí y José María Morelos, este edificio ha sido testigo y protagonista de varios capítulos clave de Sinaloa.
Su estructura de doble patio; uno amplio, solemne, con columnas de cantera, y otro más discreto, en forma de “L”, que alguna vez fue caballeriza, es un retrato arquitectónico de su propia transformación a lo largo de los años.
Antes de ser el Archivo Histórico, fue muchas otras cosas. Primero fue la Tercena o Cuartel Militar, luego el primer Palacio del Gobierno del Estado y, más adelante, sede de la Procuraduría General de Justicia.
Pero fue cuando se convirtió en la casa de la historia escrita de Sinaloa que este edificio encontró su verdadero propósito: ser un guardián del tiempo.
Obra arquitectónica de Luis F. Molina
El arquitecto Luis F. Molina tuvo un papel fundamental en esa transición. Al ser adquirido por el Gobierno del Estado, el inmueble estaba deteriorado, pero Molina vio más allá de las grietas.
Reconoció su valor y diseñó una remodelación que incluyó la construcción de una segunda planta, con el objetivo de transformar el viejo edificio en la sede de los poderes estatales.
Este es uno de los pocos edificios en Culiacán cuya fundación se puede remontar al periodo colonial. En sus muros se siente el peso de los años y la dignidad de haber sido testigo de los pasos firmes de quienes hicieron historia.
¿Qué hay en el Archivo Histórico?
Aquí se conservan manuscritos, decretos, fotografías y documentos que explican quiénes fuimos y nos ayudan a entender quiénes somos.
Visitar el Archivo Histórico es un reencuentro con nuestras raíces. Es pararse en el centro del patio principal, mirar hacia arriba, recorrer con la vista la doble arquería, y comprender que la historia no está tan lejos como pensamos.
Para los culiacanenses, tener este recinto en su ciudad no debería ser motivo de indiferencia, sino de profundo orgullo. Porque mientras otras ciudades han perdido parte de su patrimonio, Culiacán conserva este tesoro. Y más que un museo o una oficina, el Archivo Histórico de Sinaloa es un símbolo de pertenencia.