Tiene 66 años y no deja de trabajar. La historia de don Hilario en la plazuela de Navolato

La historia de don Hilario Miranda Sánchez, un hombre que encuentra felicidad en el trabajo duro y dedicado.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

Cuando uno llega a la plazuela Vicente Guerrero en el centro de Navolato, es muy probable que lo primero que vea sea a un hombre de gorra, con la espalda encorvada, barriendo hojas o formando las “tazas” alrededor de las plantas.

Ese hombre es don Hilario Miranda Sánchez, jardinero, viudo, originario de Tlaxcala y trabajador desde los ocho años.

Un hombre de trabajo

Con mucho ánimo don Hilario llega cada día a realizar su trabajo limpiando el jardín de la Plazuela Vicente Guerrero.

"Hilario Miranda Sánchez. Servidor de las mujeres y de los hombres, en caso de que los haya", dice con una sonrisa pícara y un humor que no pierde ni cuando las rodillas le duelen.

Tiene 66 años y lleva en la sangre el trabajo duro. "Toda mi vida he trabajado. Fui comerciante, chofer, taquero… De todo. Pero lo que más me gusta es esto: trabajar entre plantas", reconoce para Tus Buenas Noticias.

Llegó a Navolato porque uno de sus hijos lo convenció de que se asegurara, pero quedarse sentado en casa nunca fue su estilo.

"Yo acostumbro a estar activo. Si me quedo en la casa, me desespero. Por eso mejor me vine aquí a trabajar, aunque ya no tenga que hacerlo".

A pesar del cansancio, Hilario no deja de trabajar

El cansancio y el dolor de rodillas no es impedimento para que diariamente Hilario llegue a realizar su jornada.

A pesar del desgaste en sus rodillas, que le causa dolor y lo obliga a esperar una posible operación, don Hilario no se detiene.

"Sí me canso. Me duelen mucho las piernas, pero si no chambea uno, pues no come. Yo no voy a comer a nadie, ¿verdad?".

Aunque su trabajo formal es de barrendero, a él le gusta hacer más. Se encarga de arreglar las tazas de las plantas, de que el agua filtre bien, y de mantener bonito el entorno.

"Eso ya lo hago por gusto, porque me encanta. A mí no me gusta estar nomás sentado".

Siempre atento a las necesidades de la plazuela

Don Hilario siempre está atento a las necesidades de la Plazuela Vicente Guerrero.

Su jornada empieza temprano, siempre atento a lo que haga falta. Se le ve recogiendo basura, barriendo el frente del kiosco, revisando las plantas.

Aunque no le toca cortar árboles ni tareas más pesadas, su voluntad es lo que mantiene viva la plazuela.

"Yo pedí trabajo para lo que fuera, y como estoy más cerca, me dijeron que me quedara aquí. Así que la plazuela es mi responsabilidad", señala con honra.

A pesar de las pérdidas, su vida sigue adelante

Don Hilario perdió a su esposa hace 16 años. Tiene ocho hijos y sigue adelante, con dolor, pero sin rendirse.

"Pues aguantarla. Así es la vida. Yo no me puedo morir de hambre", dice mientras sostiene su escoba como si fuera parte de su cuerpo.

A los jóvenes que no quieren trabajar, prefiere no decirles nada. "¿Qué les puede decir uno? Que se pongan las pilas, que si quieren comer, trabajen. Vale más un trabajo honrado y honesto para poder sobrevivir".

Quienes lo conocen saben que don Hilario no trabaja por obligación, sino porque su alma está hecha para el movimiento.

"Desde niño he trabajado. No sé vivir de otra forma". Y aunque a veces lo que hace no sea valorado por todos, él no cambia. Sigue fiel a su rutina, limpiando, cuidando, dejando huella sin hacer ruido.

"Me gusta mucho mi trabajo", repite con orgullo. En un mundo donde muchos buscan comodidad, él sigue enseñando con el ejemplo que el trabajo digno también embellece el alma.