Chayo perdió movilidad, pero nunca las ganas de salir adelante

Perdió una pierna en un accidente con arma de fuego y estuvo a punto de rendirse. Hoy su vida es un mensaje de aliento para todo Navolato.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

Desde las primeras horas del día, frente al viejo ingenio azucarero de Navolato, un hombre sonriente acomoda su camioneta cargada de elotes.

Tiene 40 años, se llama Rosario Rivera Aceves, pero todos lo conocen como Chayo. Si uno se fija, se da cuenta de que camina con muletas. Hace 11 años perdió la pierna izquierda en un accidente que casi le cuesta la vida.

Una tragedia que cambió su vida

La vida de Rosario Rivera Aceves ha dado un giro. Perdió su pierna pero mantiene vivas las ganas de salir adelante.

“Yo estaba pasando el rato con unos amigos, estaba afuera de un Oxxo, cuando de la nada me dispararon. Tenía 29 años. Fue de repente, sin razón”, cuenta con naturalidad para Tus Buenas Noticias.

Lo hace con aquella voz serena como quien ya ha hecho las paces con su pasado.

Aquel día marcó un antes y un después. Chayo venía de la colonia Hidalgo, una pequeña comunidad sobre la carretera a Las Aguamitas.

Desde siempre se dedicó al campo, a ordeñar vacas, a cargar pastura. “Soy vaquero”, dice con orgullo. No ganadero, no ranchero: vaquero. Así se identifica.

En ese entonces, ya estaba casado con Hilda Lorena López Camacho, con quien tiene tres hijos: Ángel Emil, Mariano Guadalupe y Silver Omar. “El más chiquito tenía año y medio cuando me pasó esto. Estaban chiquitos los tres”, recuerda.

Su vida pendiendo de un hilo

Después del disparo, vino el hospital, la recuperación, la pérdida de la pierna y, con todo eso, una fuerte depresión.

“Me dio para abajo. Agarré el vicio de la cerveza. No quería saber nada. La gente me decía que ya no iba a poder andar en bicicleta, que ya no iba a poder trabajar... que hasta mejor me pegara un tiro. Pero no, no lo hice. Aquí estoy. Y estoy más contento que nunca”, reconoce con honra.

Una nueva esperanza de vida

La Ráfaga Cañera, llegó a su vida en el momento que más lo necesitaba.

La chispa que le devolvió las ganas fue una invitación inesperada.

“Estaba un día sentado en la plazuela, esperando a mi esposa que estaba en una junta, y se me arrimó Aarón Hermosillo. Me preguntó si quería jugar baloncesto en silla de ruedas. Yo al principio le dije que no, pero me convenció. Me dijo que entrenaban lunes y jueves. Y ese jueves fui. Y ahí estoy hasta la fecha. Juego con la Ráfaga Cañera”, dice mientras se acomoda en su silla como muestra de orgullo.

Chayo no solo volvió a tener una vida funcional. Se convirtió en ejemplo. Participa activamente en el equipo de basketbol adaptado que representa a Navolato.

"Estoy agradecido con Aarón. Él fue el que me arrimó a la cancha. A veces uno solo necesita que le hablen, que le tiendan la mano", reconoce con gratitud.

Una vida económicamente activa

La venta de elotes y de productos de temporada le permiten ser una persona económicamente activa.

Mientras entrena y compite en el deporte que hoy lo mantiene activo, también mantiene su economía vendiendo elotes.

“Estoy aquí todos los días. A veces desde las siete de la mañana, a veces desde las ocho. Me voy hasta que oscurece. Hay días buenos y otros más tranquilos, pero aquí estoy”, dice mientras entrega una bolsa de elotes a uno de sus clientes habituales.

“Cuando no es temporada de elote, le ayudo a mi mamá con las vacas. Ella tiene poquitas. Vendemos leche, queso. Ahorita ya tengo una vaca que parió, así que pronto voy a empezar a vender otra vez en la ranchería”, advierte.

Una historia que impacta

Junto con su amigo Aarón Hermosillo y su familia realizan actividades que lo hacen sentir valorado.

Chayo no se ve como un ejemplo, aunque su historia impacta. Sus hijos, dice, no lo ven con lástima. “Me miran normal. No somos de esos que ‘ay pobrecito’. No. En la casa me ven como a cualquier papá. Y eso es lo mejor que me pueden dar”.

Hace dos años, la vida lo volvió a poner a prueba. Él y su esposa sufrieron un accidente en moto.

“Pensé que ahora sí me iba a quedar sin piernas. Me quebré la otra pierna y estuve tres meses en el seguro. Mi esposa también casi pierde la suya. Pero bendito Dios, aquí estamos los dos. Más unidos que nunca”.

A Chayo no le gusta que lo vean con compasión. Lo que quiere es que su historia sirva para demostrar que se puede salir adelante, incluso cuando parece imposible.

“Sí se puede, pero tienes que empezar por cambiar la mente. Eso es lo primero. Lo demás llega”, dice con certeza.

Un ejemplo de superación y lucha diaria

Hoy, entre los elotes y el eco de los botes rebotando en la cancha, Rosario Rivera Aceves es un rostro de lucha silenciosa, de esas que no salen en televisión, pero que transforman a un pueblo.

Su mensaje es claro: "Dios es grande. Si uno quiere vivir, vive. Si uno quiere tirar la toalla, la tira. Pero si uno quiere salir adelante, también se puede".

Como dice el dicho: “No hay mal que por bien no venga”. A Chayo, la vida le quitó una pierna, pero le dio una nueva forma de caminar: con coraje, con voluntad y con la certeza de que, mientras haya vida, todo es posible.