En Culiacán hay un mural que late por dentro. Muestra que la paz comienza en el corazón de las personas

El mural en Culiacán que invita a la paz desde el corazón

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

En un punto muy transitado del bulevar de los Ganaderos, o mejor conocido como bulevar Las Torres, justo frente a la plaza San Isidro, se encuentra un mural que, aunque a simple vista deslumbra por su tamaño y colores, en realidad guarda un mensaje profundo que va directo al alma.

Mide 37 metros de largo por 2.20 de alto y lleva por nombre “La paz comienza en el corazón de las personas”. Lo pintó el artista Enrique Ramos Montoya, del colectivo Artesanos del Arte, en colaboración con la organización Suma Sociedad Unida IAP.

Una conexión ancestral

Este mural no fue pensado solo para adornar un muro. Es una invitación a mirar hacia dentro, a conectar con nuestras raíces y a reconocer el papel que juegan nuestros sentimientos, nuestra historia y nuestros antepasados en la manera en que vivimos y sanamos. Es, como lo dicen sus creadores, “un latido pintado”.

Desde el extremo izquierdo de la obra, lo primero que se observa es la figura de un indígena cargando una olla de barro. De esa olla, en lugar de humo o agua, emerge una cadena de ADN.

La figura del indígena cargando una olla de donde emerge la cadena de ADN es crucial en este mural.

Este detalle no es casualidad: representa el inicio de todo, el punto de partida desde donde la sabiduría ancestral comienza a transmitirse. Es la medicina entendida no solo como ciencia, sino como herencia.

“El mural representa la parte transgeneracional de la medicina. Cuando una persona decide dedicarse al cuidado de la salud, muchas veces no es una decisión aislada. Viene guiada por una historia, por un familiar, por una memoria ancestral que está en su ADN”, explica Enrique Ramos, mientras señala con emoción la obra que pintó con sus propias manos.

El mural plasma la evolución de la humanidad

Los profesionales de la salud están plasmados como parte de la obra manifestando el recibimiento del ADN ancestral.

La obra avanza con símbolos que reflejan evolución, conocimiento, espiritualidad y humanidad.

Se puede notar cómo ese ADN atraviesa distintos planos hasta conectar con figuras del presente: médicos, enfermeras y profesionales de la salud que no solo atienden enfermedades, sino que lo hacen desde el corazón.

Ahí es donde aparece uno de los elementos centrales del mural: un gran corazón, vibrante, como si estuviera latiendo dentro del muro.

Ese corazón simboliza el puente que une el pasado con el presente. Es, como dicen desde Suma Sociedad Unida, “el latido que guía, que cura, que transforma”.

“El corazón en el mural representa esa conexión emocional con nuestros ancestros. Habla de dejar atrás los padecimientos, de sanar desde adentro. Porque cuando alguien decide ayudar a otro, a veces no es solo por vocación, es algo que ya traen en el alma. La paz empieza ahí, en el interior, no afuera”, comparten desde la organización.

Un trabajo colectivo

Durante la realización del mural se compartieron reflexiones, historias y aprendizajes.

Durante el proceso de creación del mural, no solo se plasmó pintura, también se compartieron reflexiones, historias y aprendizajes. Fue un trabajo colectivo que involucró no solo manos, sino corazones.

Cada trazo fue pensado como un recordatorio de que la salud no es solo ausencia de enfermedad, sino equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.

Para quienes pasan en auto por la zona, el mural puede parecer solo una obra bonita. Pero para quienes se detienen a observarlo con atención, deja una sensación distinta.

“La gente nos ha dicho que ver el mural les da paz. Que sienten como si algo se acomodara dentro. Y eso es justo lo que buscamos: que la obra conecte con el interior de cada persona”, añade Enrique.

La colaboración entre Artesanos del Arte y Suma Sociedad Unida IAP dejó claro que el arte puede ser una herramienta poderosa para transformar espacios, pero sobre todo, para sembrar conciencia.

La paz no se impone, se cultiva desde dentro

En medio del caos cotidiano, del estrés y las prisas, el mural actúa como un recordatorio silencioso pero constante: la paz no se impone desde afuera, se cultiva dentro.

En una época donde muchas veces se pierde la conexión con lo esencial, esta obra nos regresa a lo básico. A nuestras raíces, a nuestra historia familiar, a ese impulso interno que nos mueve a cuidar de otros.

Porque tal como lo refleja esta gran pieza, lo que hoy tienen los doctores y enfermeras no solo se aprende en un aula, también se hereda. Es algo que corre por la sangre.

Al final, lo que este mural nos dice —sin necesidad de palabras— es que toda sanación comienza con un acto de amor propio, y que quien lleva paz en el corazón, inevitablemente la comparte con los demás.

Y como bien dice el refrán: “Lo que el corazón siente, la mano lo pinta”. Este mural es la prueba de que cuando el arte nace del alma, deja huella en todos los que lo miran.