Lolina Fernández de Garza Uribe, fundadora de "Miradas de Esperanza", enseña a ver el mundo sin la vista, a caminarlo con dignidad, fuerza y esperanza
Por: José Antonio Carrandi
María Dolores “Lolina” Fernández de Garza Uribe no solo ha enseñado a ver el mundo sin la vista, sino a caminarlo con dignidad, fuerza y esperanza a través de su fundación Miradas de Esperanza.
Ella no enseña desde un pizarrón ni entrega diplomas, pero su vocación de educadora ha transformado cientos de vidas.
Una vocación que nació del corazón
Aunque no se formó como maestra en el sentido tradicional, Lolina encontró en la educación un camino de transformación. Su historia no empezó en un salón, sino en su casa, influenciada por su madre y abuela, quienes le enseñaron el valor de servir.
Fue esa semilla de sensibilidad social la que más tarde germinaría en una vocación de educar para empoderar.
“Pasaba mucho tiempo en casa de mi abuelita y cuando terminaba la tarea, ella y yo armábamos y arreglábamos juguetes que ella recolectaba durante todo el año, para entregarlos en Navidad a los niños pobres. Siempre había algo que hacer: ensamblar una parte, poner alguna llanta a una bicicleta o pintar algún juguete”, mencionó Lolina Fernández, presidenta de la fundación.
Educar desde lo invisible
Para muchos, enseñar significa transmitir conocimiento. Para Lolina, es más que eso: es despertar la autoestima, la confianza y la independencia. Cada clase en su fundación es una lección de vida: desde aprender a usar un bastón blanco hasta tocar una melodía en el piano, o interpretar una obra de teatro sin ver el escenario.
“La idea de Miradas de Esperanza es que cuando los niños y niñas terminen, salgan a trabajar, para que se sientan útiles y no una carga para gobierno y la sociedad. Dejo en claro que no es una guardería, sino una escuela que impulsa a los niños y niñas a salir adelante sin limitantes”, explicó Lolina Fernández de Garza Uribe.
Impacto más allá de las aulas
El trabajo de Lolina no solo ha tocado a quienes reciben apoyo directo de su fundación. También ha sensibilizado a toda una comunidad. A través de eventos culturales, conciertos y bazares, ha logrado involucrar a escuelas, empresas y ciudadanos en una causa que parecía invisible.
“Cumplimos una década de sumar infinidad de experiencias, sonrisas, lágrimas, acuerdos, desacuerdos, momentos de alegría y tristeza, todas estas situaciones que hoy nos hacen ser Miradas de Esperanza”, expresó Lolina Fernández.
La diferencia que transforma
Lolina no necesita un título de maestra para ser recordada como tal. Su pedagogía está hecha de empatía, compromiso y humanidad. Su legado no está en libros de texto, sino en historias de personas que, gracias a ella, volvieron a caminar, a cantar, a creer.
“La intención es que ellos se puedan volver personas productivas y hábiles, no solo para ellos mismos, sino para la sociedad, y puedan en su edad adulta conseguir un empleo y sean independientes en la medida de sus posibilidades”, comentó Lolina Fernández de Garza Uribe.