¡Pequeño en edad, gigante en bondad! “Kikin” Murillo, de Culiacán, y su vocación por ayudar al prójimo en tiempos difíciles

Con apenas 13 años, José Enrique Murillo Figueroa se ha convertido en un ejemplo de empatía y servicio. Desde Juventud Cruz Roja Culiacán, participa activamente en acciones solidarias que promueven valores y transforman vidas

Por: Juan Madrigal

Culiacán, Sinaloa.- En tiempos donde la indiferencia a menudo domina y la esperanza se vuelve un lujo, emergen historias como la de José Enrique Murillo Figueroa, mejor conocido como “Kikin”, que nos enseñan que, a través de la bondad, es posible sembrar luz y construir un mundo más solidario y lleno de amor.

"Kikin" Murillo, demuestra que la edad no define la grandeza del corazón

A sus apenas 13 años, “Kikin” ha demostrado una profunda sensibilidad hacia las personas más desamparadas. En una sociedad urgida de empatía, él demuestra que no hay edad para marcar la diferencia, que el servicio nace del corazón y que, con voluntad y ternura, se pueden construir puentes donde muchos solo ven fronteras.

Desde hace un año, José Enrique forma parte activa de Juventud Cruz Roja Culiacán, una agrupación de jóvenes que, como él, viven con entrega y convicción los principios humanitarios de la benemérita institución.

Su inspiración nació en casa. Fue su hermana Dulce Nahomi, también voluntaria, quien sin proponérselo sembró en él una inquietud que hoy florece con fuerza. “Me llamó la atención lo que mi hermana hacía y decidí ser también Juventino”, reveló con un semblante lleno de júbilo.

Con solo 13 años, "Kikin" demuestra que no hay edad para comprometerse con el bienestar ajeno, recordándonos que el verdadero poder de la juventud radica en servir con amor. Foto: Lino Ceballos

Cada expresión Murillo Figueroa irradia generosidad, ternura y respeto. Ya sea conversando con un abuelito, recolectando víveres o participando en eventos escolares de prevención, transmite una verdad poderosa: el servicio no tiene edad y transforma tanto a quien da como a quien recibe.

“Es muy bonito apoyar a quien más lo necesitan, también visitar asilos para convivir con los abuelitos”, comentó con una sonrisa el joven que refleja el profundo cariño y respeto que siente por la gente más vulnerables.

Además, “Kikin” se siente profundamente orgulloso de todo lo que ha aprendido en Juventud, pero resalta con especial emoción el aprendizaje del lenguaje de señas, una valiosa forma de comunicación que le ha permitido romper barreras, conectar con más personas y promover la inclusión desde el corazón.

“Es importante aprender el lenguaje de señas, porque te ayuda a comunicarte con personas con capacidades diferentes y a ser más empático”, afirmó con convicción, reflejando su compromiso con un mundo más accesible y solidario.

Estudiante de la secundaria ETI 50 y apasionado del baile folclórico desde hace más de seis años, José Enrique ha logrado equilibrar sus estudios, sus pasiones y su labor voluntaria. Ese balance lo ha fortalecido como ser humano y ha dado forma a su vocación de vida.

Su familia ha sido fundamental en este proceso. Su mamá, María del Carmen Figueroa Zamora, enfermera de profesión; su papá, José Enrique Murillo Ramos músico; y su hermana Dulce Nahomi, estudiante de Medicina, lo han acompañado en este camino de entrega y servicio.

Su familia ha sido un pilar esencial en este proceso, brindándole apoyo y amor incondicional. Su mamá, María del Carmen Figueroa Zamora, enfermera de profesión, su papá, José Enrique Murillo Ramos, músico; y su hermana, Dulce Nahomi, estudiante de Medicina, lo han acompañado con firmeza en este camino de entrega y compromiso.

El entusiasta adolescente sueña con estudiar algo relacionado con la salud o la arquitectura y el diseño gráfico. Desde esas trincheras, también anhela seguir aportando al bienestar social.

“En Juventud Cruz Roja no solo he aprendido sobre primeros auxilios, sino también valores como el respeto, honestidad, empatía, solidaridad y trabajo en equipo”, afirmó con madurez admirable.

Su mensaje a otros jóvenes es claro: “Servir transforma, no solo a los demás, sino también a uno mismo”. Con estas palabras, invita a descubrir en el servicio una forma de crecer, aprender y generar un impacto positivo.

José Enrique, ejemplo de generosidad y cambio a través de pequeñas acciones que inspiran al mundo

El ejemplo de “Kikin” es una poderosa muestra de que no se necesitan grandes gestos para hacer del mundo un lugar mejor. Basta un corazón dispuesto, unas manos listas para ayudar y la firme convicción de que cada acción, por pequeña que parezca, puede cambiar una vida.

Con cada acción, con cada sonrisa compartida y cada momento de entrega, José Enrique Murillo Figueroa nos recuerda que la verdadera grandeza no se mide en años ni en logros materiales, sino en la capacidad de tocar vidas con amor y propósito.

Su andar inspirador es más que un testimonio: es una llamada a despertar lo mejor de nosotros, a creer en el poder de una juventud que no espera a “ser mayor” para actuar, sino que ya está cambiando el mundo, paso a paso, abrazo a abrazo.

Porque cuando un corazón joven como el de “Kikin” decide servir, no solo siembra esperanza, sino que cultiva el futuro, revitaliza el presente y enciende una chispa que puede iluminar el alma de toda una sociedad.

Su ejemplo de servicio desinteresado hacia quienes más lo necesitan refleja el verdadero espíritu de Cruz Roja Mexicana: "Ser útil a la humanidad".  Pongamos los ojos en las acciones verdaderamente humanas. Lo que inviertas en la juventud será tu destino.