Manejo de Frustación
DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
LA FRUSTRACIÓN, ¿DERROTA O SEÑAL?
Hace unos días platicaba con un amigo cercano, y me decía que le acababan de avisar que se quedaría sin empleo, que lo iban a despedir; las cosas en su ciudad se habían puesto muy difíciles y los resultados de la empresa no eran los que se esperaban e iban a tener que dejar ir personal; él me decía que sentía mucha rabia, miedo, no sabía bien cómo reaccionar y que, además, no tenía nada que ver con el trabajo que él hacía, que era por las circunstancias generales. Me llamaron la atención sus palabras y quise investigar.
La frustración es una emoción negativa que surge cuando no se cumplen deseos, necesidades u objetivos, generando un estado de impotencia o decepción. se considera una reacción instintiva, se manifiesta como enfado, tristeza, ansiedad o ira; y hay por lo general dos tipos de frustración: por aspectos externos, o internos.
Todos la sentimos de manera distinta, y esto tiene que ver con mis vivencias o lo que pienso de ella; es decir, mi reacción ante la frustración es un tema aprendido, que viene de mi pasado; por lo tanto, es moldeable y puedo desaprenderlo, reinstalarlo.
Darnos cuenta de que el punto clave no es si siento frustración o no, sino cómo reacciono ante ella, cómo me recupero de ella.
La frustración es un estado transitorio y, por ende, reversible, dura poco, y algunos especialistas han detallado que tiene un aspecto positivo que es el de generar nuevos planes, nuevas estrategias, a través de nuevos pensamientos; qué significa esto, que la frustración puede ser el camino a un hacer diferente y obtener otros resultados, una oportunidad para desarrollar tu capacidad de reparación y adaptabilidad.
Algunas de las maneras más conocidas de recuperarte de la frustración son, por mencionar algunas, la aceptación: después de que sientes enojo, lo cual es perfectamente normal, tienes que poner un límite y dar paso a la reflexión de que tu vida actual ya incluye esa situación por la que te estás frustrando, no lo puedes cambiar porque si no, no estuvieras en esa emoción; lo segundo, es buscar pensamientos constructivos que revaloren o mezclen los que te llevaron a esa frustración: piensa en lo que sí tienes, a lo que le puedes dar valor en ese momento, haz grande con lo que sí cuentas; y tercero, ya que estás más tranquilo, buscar alternativas y llevar a cabo acciones concretas, con fecha, día y hora, inmediatamente vas a notar el cambio en tus pensamientos.
El amigo que me platicó fue el que me dijo cómo le había hecho para obtener un nuevo empleo, incluso mejor pagado, y me compartió algo que me gustó mucho: "Después de unos días, dejé de ver a la frustración como una derrota y mejor la vi como un llamado, como una señal, ahí empezaron a cambiar las cosas”.
En pocas palabras, Mario opina que:
“La frustración aparece cuando algo no sale como esperábamos, pero no es derrota: es una señal. Es una emoción aprendida, por eso podemos transformarla. Lo importante no es evitarla, sino cómo reaccionamos ante ella. Aceptar, replantear y actuar nos abre nuevas posibilidades.”
ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER
LA FRUSTRACIÓN: EL TERRITORIO DONDE LA VIDA SE REINVENTA
Pocas emociones nos incomodan tanto como la frustración. Tiene la capacidad de hacernos sentir pequeños, limitados, hasta torpes. Nos sorprende cuando algo que imaginamos sencillo se complica, cuando los planes no salen como queríamos o cuando la vida insiste en retrasarnos. Y entonces surge esa sensación punzante, mezcla de enojo y cansancio, que nos deja la impresión de estar fallando.
Pero con los años he aprendido que la frustración no es el enemigo que pensé. En realidad, es un territorio extraño, pero fértil. Un terreno donde lo que soy se encuentra con lo que todavía no he aprendido a ser. Y ahí, en medio de esa tensión incómoda, empieza a nacer algo nuevo.
La frustración no aparece en lo trivial. Uno no se frustra por lo que no le importa. La frustración señala los lugares donde hay deseo, donde hay expectativa, donde hay una apuesta vital. Es, en cierto modo, la huella de que seguimos vivos, de que no nos hemos resignado a la indiferencia.
Lo fácil sería suprimirla: distraernos, minimizarla, convencernos de que “no era para tanto”. Pero cuando hago eso, descubro que la frustración no desaparece; se esconde. Y tarde o temprano, vuelve con más fuerza. Lo que me ayuda no es callarla, sino escuchar lo que trae escondido: ¿qué parte de mí se está estirando?, ¿qué versión mía está pidiendo espacio?, ¿qué necesita transformarse?
A veces, canalizar la frustración significa hacer un giro práctico: buscar otra estrategia, pedir ayuda o soltar una expectativa demasiado rígida. Otras veces implica un gesto más profundo: quedarme en la incomodidad el tiempo suficiente para que me enseñe algo sobre mí. La frustración me vuelve creativa; me arranca de la comodidad, me obliga a improvisar, a mirar las cosas desde otro ángulo. Y aunque en el momento se siente como una piedra en el zapato, muchas de mis mejores decisiones nacieron de ahí.
He llegado a ver la frustración como una brújula. Señala no sólo mis límites, sino también mis deseos más auténticos. Me recuerda que estoy en movimiento, que estoy tocando bordes desconocidos. Y aunque me haga sentir vulnerable, también me confirma que estoy en proceso de crecer.
Quizá la frustración no sea un muro, sino un umbral. Una grieta por la que entra la posibilidad de algo nuevo. Nos duele porque nos mueve, porque nos despierta, porque nos empuja a dejar de repetir lo mismo. La frustración no es el fin del camino. Es la certeza de que seguimos caminando. Es el pulso vital que nos recuerda que todavía queremos más, que aún creemos en algo, que seguimos dispuestos a arriesgarnos.
Y cuando aprendemos a habitarla, descubrimos que la frustración no nos quiebra.
Nos expande. Nos convierte en aprendices otra vez. Y nos recuerda que crecer siempre será un poco incómodo… pero profundamente humano.
En pocas palabras, Andrea opina que:
“La frustración no aparece en lo trivial, pues uno no se frustra por lo que no le importa; sino todo lo contrario: la frustración señala los lugares donde hay deseo, donde hay expectativa, donde hay una apuesta vital.”
CREER PARA VER
LA GRATITUD: UN BUEN ANTÍDOTO CONTRA LA FRUSTRACIÓN
Hoy te quiero invitar a que, cuando termines de leer este artículo, hagas este ejercicio y valores todo lo que ya tienes hoy, aquí y ahora. Muchas veces la frustración nos llega disfrazada de impaciencia. Queremos que todo avance más rápido: los proyectos, esa idea que tiene tiempo dando vueltas en tu cabeza, las metas, los sueños.
Seguido me pasa que caigo en pensamientos como: “Cuando logre esto, voy a estar bien”. Y mientras tanto me encuentro viviendo con ese peso de lo que aún no logro. Es hasta entonces que recuerdo: ¿Y si volteo mejor a ver todo lo que ya está aquí?
Sin duda, agradecer es un buen truco. Parece algo sencillo, pero no es tan fácil, ¿eh? Agradecer implica convertirte en observador. Dar un paso atrás y ver tu vida desde afuera, como quien observa una fotografía completa en lugar de enfocarse en un solo detalle. Desde esa perspectiva puedes reconocer lo que sí está funcionando, lo que ya has logrado, lo que ya forma parte de ti.
La gratitud muchas veces empieza con cuestionarte lo más básico. Y cuando lo hago, estas preguntas me ayudan a regresar al presente:
¿Y si en lugar de esperar a que todo se acomode, agradezco que ya estoy en movimiento?
¿Y si en lugar de pensar en lo que me falta, celebro lo que he logrado?
¿Y si la felicidad no estuviera al final del camino, sino aquí mismo, en las pequeñas cosas de la vida?
Cuando me conecto con esa idea, la frustración pierde un poco de fuerza. Porque entiendo que no estoy empezando desde cero, que ya hay bases firmes, que ya he caminado. Y desde ese lugar, es más fácil seguir avanzando.
Claro, no digo que sea sencillo. Hay días en los que agradecer parece imposible. Días en los cuales la mente insiste en recordarme todo lo que no ha salido bien. Pero incluso ahí, detenerte un momento y reconocer algo pequeño puede marcar la diferencia: una sonrisa, una llamada, un detalle, el simple hecho de tener a alguien con quien compartir el día.
La clave está en entrenar la mirada. No es negar lo que duele ni tapar lo que falta, sino darle su lugar a lo que ya existe. Como dicen algunos autores de mindfulness, la conciencia crea realidad: si sólo observamos lo negativo, eso crecerá; si eliges observar con gratitud, también le das fuerza a lo bueno.
Creo que parte de gestionar la frustración tiene que ver con cambiar la pregunta. En lugar de: “¿Por qué no me pasa lo que quiero?”, preguntarnos: “¿Qué ya tengo hoy que hace que valga la pena estar aquí?”. Y créeme, siempre hay algo.
La gratitud no elimina la frustración, pero la suaviza. Y en ese espacio más ligero, es más fácil respirar, tomar perspectiva y seguir adelante con más claridad.
Gracias por estar aquí. Te abrazo.
En pocas palabras Kush opina que:
“La frustración muchas veces nace de lo que creemos que nos falta. La gratitud, en cambio, nos recuerda lo que ya está. Y cuando cambiamos la espera por el agradecimiento, aprendemos a vivir con más calma, con más claridad y con más sentido.”
ATISBOS DE CONCIENCIA
ESTO NO ES LO QUE ESPERABA: LA FRUSTRACIÓN
Un berrinche de tu hijo de tres años justo cuando vas saliendo a toda prisa para llegar a tiempo a un compromiso; una computadora que se reinicia en el momento en que estás a punto de comenzar una reunión en línea; un semáforo en rojo que se interpone en la fluidez de tu camino hacia un lugar al que te resulta necesario llegar; un evento externo no contemplado en la planeación de algún proyecto que alteró el resultado. A veces estos pequeños contratiempos o resultados no esperados nos desequilibran, rompen la homeostasis de nuestro mundo interno que nos sostiene. Este sentimiento se llama frustración y necesita ser corregido, bajo riesgo de prolongar nuestro desequilibrio interno y escalar a otros estados emocionales que impacten en nuestra salud física y mental.
La frustración es una señal de expectativas que no se cumplen, resultados esperados que no se consiguen. De esta manera, podemos considerarla como una emoción negativa, pero al mismo tiempo útil, ya que nos impulsa a la acción para retornar al equilibrio; acciones como replantear las expectativas, adaptarse a las circunstancias, o cambiar estrategias o conductas. Con esta mirada, podemos considerar que cuando nos frustramos conviene tener presente que somos nosotros quienes debemos responder regulándola, entendiéndola y usando la razón para decidir qué hacer frente a ella. De lo contrario, si no la manejamos, la frustración nos dominará, como cualquier otro sentimiento o emoción, reaccionaremos de forma impulsiva, y quedaremos atrapados con más malestar psicológico, generaremos resentimiento o careceremos de claridad de pensamiento y motivación, bloqueando nuestras tomas eficaces de decisiones.
Para ayudarnos con algunas estrategias en el manejo de la frustración, lo primero sería tener conciencia de ella. La conciencia de la frustración implica reconocerla y preguntarnos: ¿Qué esperaba yo? ¿Por qué me siento así? De esta manera tenemos más probabilidades de poder responder de forma saludable y no reactiva. También podemos entrenar nuestra mente/cerebro para manejarla mejor con estrategias como:
1. Mindfulness / meditación: para observar la frustración cuando aparece, sin reaccionar de golpe y hacer que la emoción disminuya en vez de escalar.
2. Reevaluación cognitiva: reinterpretar la situación, bajar la magnitud del rechazo, la amenaza, etc., reduciendo cuánto nos lastima internamente.
3. Fortalecer la conexión del cerebro prefrontal con la amígdala, que en términos prácticos se traduce en ejercicios de respiración consciente u otras que ayudan a la regulación emocional.
La frustración no es algo que hay que soportar, sino que hay que tomarla como una oportunidad: para aprender tolerancia, para desarrollar resiliencia y para crecer en autocontrol emocional, rasgos que definen de manera contundente un elevado nivel de inteligencia emocional.
En pocas palabras, Norma opina que:
“La frustración es algo inevitable: los obstáculos, los retrasos o los resultados no esperados forman parte de vivir. Lo importante no es evitarlos sino cómo respondemos ante ellos.”

Casado, papá de 2 hijos.
Empresario, abogado y filántropo; escritor y conferencista acerca de temas de liderazgo y actitud positiva.

Mamá de Andrés.
Apasionada por la Educación para transformar personas y propulsora de la equidad de género.

Lic. en Diseño Industrial.
Esposo y papá de 2 niñas.
Creativo y empresario con más de 20 años de experiencia creando marcas.

Casada, 4 hijos, 8 nietos.
Terapeuta, diseñadora e instructora de cursos. Conferencista y asesora personal en temas de vida.