Guillermo López Infante dejó huella en la fotografía sinaloense al retratar a su sobrino Pedro Infante y a la élite de Culiacán, con un estilo que fusionaba arte y técnica
Por: Azucena Manjarrez
Guillermo López Infante retrató toda una época con su cámara fotográfica, esa misma con la que inmortalizó a su sobrino Pedro Infante y a las familias de la élite sinaloense.
No fue casualidad. Había crecido en un ambiente impregnado de químicos y en el cuarto oscuro donde la belleza surgía, en el que fue el primer estudio fotográfico con luz eléctrica en la ciudad, abierto por su padre.
Estudios fotográficos en Ciudad de México y Mazatlán
Migró varias veces: a Ciudad de México, donde también tuvo un estudio; y a Mazatlán, donde con su mirada técnica, estética y emocionalmente precisa inmortalizó cientos de rostros.
Una técnica única: fotografía intervenida con pintura al óleo
López Infante no se conformaba con tomar una buena fotografía: buscaba perfección en cada retrato. Planeaba cuidadosamente la escena, revelaba personalmente sus negativos, y luego los intervenía con pintura al óleo, logrando imágenes que desdibujaban la frontera entre la fotografía y la pintura.
Esta técnica, heredada y perfeccionada, lo convirtió en uno de los últimos exponentes del oficio del fotógrafo artista, que ejerció años antes de su partida en 2012.
Fotografía y pintura: pasiones inseparables
Su trabajo no terminaba al escucharse el click. Siempre planeaba todo perfectamente, revelaba y pintaba las imágenes.
La pintura y la fotografía para él no podían estar separadas. Era amante de los cuadros impresionistas, sobre todo de los que tenían que ver con los toros.
Así lo señaló en su momento: “Yo me volvía loco con las pinturas de los toros, y me hice aficionado, siempre iba a la Plaza México, entonces combiné siempre la pintura y la fotografía, para mí no tenía sentido de otra manera mi trabajo”.
El fotógrafo de la luz y la búsqueda de la perfección
Una buena foto para López Infante se determina por varios factores. Lo que siempre buscó fue la mayor riqueza de nitidez, sobre todo que estuviera bien enfocada.
Quería que sus fotos parecieran pinturas. Y lo logró. Las imágenes de López Infante ahora son esos colores, esas luces que siempre le gustaron.
Pedro Infante y su sobrino fotógrafo en Culiacán
Como sobrino del ídolo de México, Pedro Infante, tomó una gran cantidad de fotografías del actor, hoy parte del archivo visual más valioso del artista.
En varias de esas imágenes, aparecen juntos: en familia, haciendo ejercicio o simplemente conviviendo como dos hombres que compartían sangre y también, de alguna forma, vocación artística.
Captó al actor y cantante desde 1935 a 1955, algunas de ellas, captadas en el estudio ubicado en la calle Ángel Flores, durante períodos vacacionales que Infante permanecía en Culiacán.
Cámaras antiguas y recuerdos del cine mexicano
En ese lugar tenía una Graflex, una hermosa cámara que conservó hasta sus últimos días. Fue la testigo más fiel de su vida con las imágenes, de su trayectoria como artista.
En su hogar ubicado en el Centro Histórico de Culiacán, tenía su tesoro fotográfico; recuerdos, imágenes, incluso una copia del último pago que recibió por su trabajo.
“En realidad recuerdo que fue en marzo de 2001 cuando tomé mi última fotografía, bueno no la tomé, pero sí la sentí. Tenía unos negativos guardados que me pidieron de Daniel Cárdenas Izábal y de Daniel Cárdenas Mora, sólo las imprimí en una medida de 16 X 20, pero hasta para eso uno necesita conocimiento”, señaló.
“Ese mes en el que hice mi último trabajo, marzo, para mí es muy especial, porque fue en marzo de 1928 cuando me gestaron; en ese mismo mes nos venimos a vivir de Guamúchil a Culiacán y me fui a la Ciudad de México a poner un estudio fotográfico. En marzo mi esposa y yo nos fuimos a vivir a Mazatlán con dos hijos y en marzo también nos venimos a vivir a Culiacán porque murió mi padre”.
Guillermo López Infante y la fotografía análoga en Sinaloa
Guillermo López Infante entonces también recordó la ciudad que ya no existe, por eso la mostraba en las imágenes que con recelo guardaba. Cada una de ellas tenía una historia, también la suya como uno de los últimos exponentes de la fotografía análoga de Culiacán.