2020-07-03

Necesitamos un César López con su música que cambia a la gente

Sin duda que escuchar más estribillos como “el sauce y la palma se mecen con calma” en lugar de “cómo estás Javier aquí todo al cien” por sí sólo nos hacen sentir en un entorno menos paranoico.

Columna: Reflexiones de un aspirante a buen vecino. Por Miguel Calderón

¿Has oído hablar de César López y su Escopetarra? Dentro de las muchas cosas con sentido que ha dicho Bono, vocalista de la banda de rock U2, externó también lo siguiente: “La música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a la gente”. Recordé esta cita por que hace algunos días tuve la oportunidad de conocer, a través de una amiga común, a un músico colombiano que cree apasionadamente en la aseveración del cantante irlandés.

Su nombre es César López, quien a la más mínima provocación rasga su guitarra, canta y compone. Nació a principios de los setentas en Colombia. En el paso de su vida ha tratado de que las artes contribuyan con la paz de las comunidades. ¿Qué podemos tomar nota de la trayectoria de César para trabajar en Culiacán?

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La posibilidad de que más sinaloenses tengan contacto directo con César surgió por la invitación que hicieron mis compañeros de Construyendo Espacios para la Paz para este próximo martes 07 de julio en zoom con el ID 82005832324 y la contraseña PAZ, todas sus letras en mayúsculas. En este espacio escucharemos parte de su historia y parte de sus acciones mezcladas de música sanadora de la dolorosa violencia.

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Con guitarra en mano César ha llegado a ser mensajero de las Naciones Unidas, fundador del Batallón Artístico de Reacción Inmediata, principal impulsor de la Fundación 24-0 y creador de la Escopetarra, una conversión de un arma de fuego a instrumento musical.

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Su generación ha sido impactaba por dos fenómenos generadores de alta violencia: la guerrilla y el crimen organizado ligado al narcotráfico. Sus letras, historias, narraciones y motivaciones surgen de estar en contacto directo con las víctimas, que son la inspiración que termina en creación. “Toda bala es perdida, toda víctima hermana”, se escucha en una de estas melodías.

He hecho más de un esfuerzo para imaginar a un César López sinaloense y no he encontrado parecido cercano. Honrosas aproximaciones las hay y muy notables, pero lo que abunda es exactamente lo contrario. Aunque no se trata de sugerir la imposición de un arte que nos llame a la paz, si se trata de conocer ejemplos que vale el esfuerzo replicar.

Sin duda que escuchar más estribillos como “el sauce y la palma se mecen con calma” en lugar de “cómo estás Javier aquí todo al cien” por sí sólo nos hacen sentir en un entorno menos paranoico. Reflejo de lo que nos rodea son todo tipo de expresiones artísticas, pero sin duda las que implican generación de violencia resultan más incómodas para quien desea la paz, aunque tengan ritmo.

Las valientes historias pegajosas en sus compas, pero trágicas en su contenido, no nos ayudan ni a tener ejemplos de vida positivos, ni a honrar a las víctimas de una violencia que enluta a diario a madres desgarradas de su alma y carentes de esperanza.

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Aprovecharé este martes para preguntar a César por qué en la música popular mexicana hay más referencia a la astucia de Pablo Escobar que en la colombiana. Por qué también en su tierra hay ausencia de halagos musicales a los miembros de la delincuencia. Quizás en su respuesta podríamos encontrar parte del camino que debemos promover para una nueva generación de músicos sinaloenses.

Quizás también y de una vez nos ponemos de acuerdo para comprobar lo dicho por Bono: “La música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a la gente”.

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