2020-04-13

Una forma de entender la salud mental en el ser humano

El sistema de salud mental se encuentra conformado por tres esferas: Familiar, social y emocional.

Una mirada a las esferas y componentes que determinan nuestro ser

Dr. Marco Antonio Dupont Villanueva.

www.drmarcodupont.com

¿Qué determina la salud mental?. Toda persona forma parte de un sistema. Cuando se habla de salud en general, este sistema está formado por tres esferas: la social, que incluye amigos y compañeros de trabajo; la familiar (padres e hijos, pareja, familia extendida) y la emocional. Desde luego, cada esfera constituye a su vez un sistema independiente pero la salud se compone, entre otras cosas, del equilibrio armónico entre estas tres esferas.

Esfera o Aspecto biológico

Cada individuo tiene en sí un componente biológico que se combina con los elementos físicos que encontramos en el área donde habitamos –temperatura, humedad, altitud, tipo de clima, los animales que nos rodean, perros, gatos, aves, etc., así como insectos, bacterias, hongos y virus–. Además, contamos con un sistema inmunológico, que, de fallar, actuaría contra nosotros mismos, a través de enfermedades autoinmunes, por ejemplo.

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Esfera o aspecto social

En esta área es importante tener una buena relación armoniosa, que los vínculos contengan afecto y respeto. Aquí es necesario aclarar un poco que en la parte de la herencia se combinan esferas social y biológica.

Es decir, sabemos que, si los padres son portadores de alguna enfermedad como por ejemplo diabetes, cáncer o trastornos psiquiátricos, existe la posibilidad de tener cierta predisposición a dichas enfermedades.

Sin embargo, en la mayoría de los estudios se ha demostrado que no basta con tener antecedentes hereditarios para desarrollar la enfermedad. Insistimos: para que se presente una patología es necesario que se rompa el equilibrio de las tres esferas, puesto que la ruptura de una sola no podría ser el desencadenante único de una enfermedad.

Esfera o aspecto psicológico

El aspecto psicológico se refiere al estado de salud mental en que nos encontramos y que en gran medida es el producto de la interacción entre las tres esferas. La salud es una consecuencia de este equilibrio, por lo que enfermedad representa, necesariamente, una falta de equilibrio entre ellas.

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Un ejemplo puede ser la reacción de una persona ante la muerte de un ser querido: en lo social, perder a un ser querido disminuye nuestra esfera social y familiar; entre más cercano sea el difunto, más nos impactará. Si muere el padre dejarán de llamarnos “hijo”, mientras que, si muere un hijo, una pérdida inconcebible, nos dejarán de llamar “madre”. Esto puede ser tan fuerte que dañaría la psique en forma profunda.

En cuanto al aspecto psicológico, ante la pérdida y ausencia del ser querido se desarrolla una sintomatología depresiva, lo que nos hace conscientes de la realidad de la propia muerte. Específicamente, la muerte de los padres nos señala que somos los más próximos en la posibilidad de morir.

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Por su parte, en el aspecto biológico, la depresión o el duelo se viven como traumas físicos que desencadenan cambios, entre otros del cortisol, una hormona que interviene en el sistema inmunológico. Esto nos hace vulnerables a no poder defendernos de agresiones externas, como la presencia de virus o bacterias.

PATOLOGÍAS MÁS FRECUENTES POR ETAPAS DEL DESARROLLO HUMANO

A manera de recuento didáctico, mencionaremos a continuación algunas alteraciones o patologías que se pueden presentar en las diferentes edades del ser humano, haciendo hincapié en las más frecuentes.

RECIÉN NACIDO

Cuando el ser humano está en la etapa de RECIÉN NACIDO, la relación que tiene con la esfera social, especialmente con la madre, predomina sobre las otras dos esferas. La esfera biológica tiene una influencia mínima ya que el bebé está resguardado en espacios reducidos y la leche materna lo hace prácticamente inmune ante los pocos agentes biológicos a los que podría estar expuesto. Obviamente, esto se refuerza con la ayuda de la vacunación.

La relación con la madre es el binomio que permite la subsistencia del bebé. En un principio y para la mayoría de los autores, el bebé se percibe como “único”. Su percepción indica que la madre está en función de él, como si fuera parte de sí mismo: cuando tiene frío, la madre lo cubre; si está molesto, la madre lo tranquiliza.

La molestia del bebé es percibida por el adulto como angustia y la función la madre es ir nombrando las diferentes molestias --angustias-- que presenta el bebé. Si despierta y siente que le falta la madre, la madre se hará presente, si siente frío o cólico la madre lo cobijará o lo atenderá.

Es la madre quien enseñará al bebé a nombrar esos “malestares-angustia” y, como consecuencia, el bebé formará un aparato psíquico capaz de enfrentar con mayor efectividad los eventos angustiosos que enfrentará en la vida adulta.

En esta etapa simbiótica la dupla madre-bebé, representa un “todo”. Es probable que esto se empiece a modificar con el paso de la leche materna por el tubo digestivo, cuando el bebé se percata de que existe un “adentro” y que la demora en la atención de la madre le permita darse cuenta de que hay algo “afuera”, es decir, algo que lo separa de la madre. Cabe mencionar que la poca capacidad visual con la que nace el bebé también contribuye a que su universo sea muy reducido.

Durante esta etapa, el bebé está en función de su mundo interno, ya que el externo no está claramente presente o no es gratificante. Si algo sucediese y el bebé quedara atrapado en este mundo interno, esta situación daría lugar en etapas un poco más tardías a patologías conocidas como espectro autista, en las que el bebé permanece en este mundo interno, más gratificante y tolerable que el que ofrece su medio ambiente o el mundo exterior.

Sus emociones y su pensamiento permanecerán entonces en función de su mundo interno, por lo que dará la impresión que está desinteresado o desconectado de su entorno. Sus movimientos serán percibidos por el observador (en primera instancia, los padres) como alarmantes y repetitivos, lo que se conoce como Síndrome de Asperger.

La característica de estos infantes es, entre otras cosas, tener una pobre o nula interacción con el exterior. También pueden presentar un desarrollo normal y posteriormente iniciar este proceso, con un lenguaje escaso, pocos movimientos y presentar un paulatino deterioro en su coordinación psicomotriz (síndrome de Heller). Desde luego, es necesario entender estos padecimientos del espectro autista de forma separada a otros, como, por ejemplo, la parálisis cerebral o la sordera.

En futuras entregas de este texto mencionaremos otras patologías en las diferentes etapas del ser humano, como la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez, a manera de vista general de lo que ocurre con la salud mental, de acuerdo a la edad de cada individuo.

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