2018-07-19

A los 12 años conoció a su madre en Villa Juárez

El reencuentro de un hijo con su madre es una de las situaciones en las que se ve reflejado el amor verdadero.

Pedro García no sólo encontró trabajo en la sindicatura, también encontró a su madre en Villa Juárez, y un buen lugar para vivir.

Recorrió mil 500 kilómetros para encontrar a su madre en Villa Juárez. La vida en el pueblo de Santa Catalina, Oaxaca es muy difícil. En esa comunidad mixteca hay carencias, pero no hay trabajo. Ahí se aprende a trabajar a corta edad.

La pobreza extrema no es la mejor amiga del matrimonio. Pedro García tenía menos de 3 años cuando se divorciaron sus padres. En ese reparto doloroso le tocó irse con su padre.

En la sierra de Oaxaca sembrar la tierra no resuelve necesidades. La migración es un proceso obligado. También lo fue para su madre Sofía Merecías estando separada.

Es que cada año unos 50 mil jornaleros agrícolas dejan sus tierras en Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Michoacán y otras regiones para emplearse en los campos del valle de Culiacán.

En su retiro, su madre se había unido a esas migraciones. Su esposo sólo le permitió quedarse con los hijos mayores. Su nueva casa fue Villa Juárez, ahí los cortes de tomate, chile y pepino le mejoraron la economía.

En años no volvió a ver esos hijos. Pero cuando Pedro cumplió 12 años su madre se armó de valor y mandó por él a Oaxaca. Mediante un reclamo legal el tío lo traería.

Por eso en la zafra de 1991 viajando en autobús a Sinaloa con su inocencia de niño no paraba de imaginarse unido a su madre, conocerla a ella y a sus hermanos mayores.

Al cruzar el valle de Culiacán, por la ventana sólo veía plantaciones de hortalizas. Multitudes de trabajadores en labores de cosecha. Un nerviosismo corría por sus venas, el fin de la ruta estaba cerca.

Ya en Villa Juárez el momento esperado llegó. El milagro se hizo. Ahí enfrente estaba su madre. Con un llanto desgarrado, abriendo sus brazos cortó la historia de separación para convertirla en un momento de amor.

Pedro no pudo más que llorar también y correr al regazo de su madre. Ahí la conoció, amorosa como la imaginaba. Era la mujer de quien tantas veces desde pequeño deseaba recibir un beso y un abrazo de consuelo.

Ahí también conoció a sus hermanos mayores. Un nudo de abrazos entre sollozos sellaron la ausencia de palabras.

Para Pedro García el reencuentro fue fortaleza de lucha. En Villa Juárez vivió su juventud. Terminadas las zafras en el valle de Culiacán migraba a los campos de Hermosillo, San Quintín y Jalisco.

En ese ir y venir un año trabajó de ayudante de herrero. Con ese oficio regresó a Villa Juárez cargando el valor sentimental de seguir en continua convivencia con su madre y sus hermanos.

Ahora, casado con Brígida Aquino, también de Oaxaca, tienen 2 hijos: Elizabeth y Fernando. Pedro ya no trabaja en los surcos, es herrero en el pueblo, hace trabajos para las cuarterías.

Con ese ingreso construye su casita. Su esposa también dejó la cubeta del corte, porque ahora en la pequeña vivienda vende artículos de papelería y abarrotes.

Pedro García ya tiene 39 años. De su pueblo Santa Catalina, en Oaxaca le queda el respeto de su gente; pero Villa Juárez significa para él: esfuerzo, trabajo y unión familiar.

Pasaron 12 años, y más de mil 500 kilómetros para reencontrarse con su madre y hermanos. Su mayor riqueza no está en la economía, está en el amor familiar. Se dice satisfecho de vivir en Villa Juárez, porque es su casa.

Imagen: Christian López.

Últimas Noticias