2018-04-30

Pescadores restauran pesca en La Paz BCS

La pesca en la Ensenada, BCS, es un ejemplo de depredación y restauración del ecosistema. La unión de una comunidad a favor del medio ambiente.

Ellos se la acabaron, ellos la restauraron. Pescadores de El Manglito son orgullo de recuperación de la pesca en la ensenada de La Paz.

La Paz BCS. Tus Buenas Noticias. La ensenada de La Paz Baja California Sur fue un orgullo nacional en la pesca de callo de hacha. Repartía tamaño, calidad y sabor.

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Los primeros pescadores tenían un paraíso en el fondo marino, demasiado producto para abastecer marisquerías de todo México, demasiada ganancia para pocos pescadores. Pero todo se acabó.

En un sentido práctico son ejemplo de depredación marina, de propiciar un irresponsable colapso de la pesquería; pero en un sentido conservacionista, ahora son ejemplo nacional de cómo restaurar un ecosistema perdido.

Cuando hay abundancia sobran participantes; pero cuando todo se acaba, faltan culpables. Un día los pescadores de El Manglito se quedaron sin la ganancia, pero no querían la culpa.

Como una maldición a sus vidas apareció el organismo no gubernamental Noroeste Sustentable (NOS), así lo consideraron al principio. Ahora han cambiado de opinión.

Les llevó mucho tiempo conciliar diálogo, NOS veía el problema. Los pescadores veían la ganancia en el mar. Después de constantes pláticas se organizaron para hacer un censo, contaron los callos de hacha vivos que quedaban en el fondo de la ensenada. Sólo encontraron 40 mil.

El primer paso fue suspender la captura de callo de hacha por 5 años, lo hicieron en 2012 de común acuerdo, pero con incertidumbre y sobradas rabietas. Se atrevieron a soñar una bahía otra vez abundante.

Liliana Gutiérrez Mariscal, directora ejecutiva de NOS, cuenta que esa “energía también les abrió una posibilidad todavía más profunda que fue de adentro, ver cómo cada individuo era un reflejo de su entorno, y aceptar que la laguna estaba enferma porque los individuos estaban enfermos”.

Que restaurar la bahía requería restaurar también a la población.

Hubert Enrique Méndez Camacho es pescador de El Manglito, recuerda como de niño salía al mar con su papá. Y mientras su viejo buceaba le contaba del paraíso de callos de hacha que había abajo. Pero cuando creció y le tocó bucear, dice que le tocó ver en el fondo más basura que callos de hacha.

Recuerda que lo primero que aprendió de NOS fueron las herramientas para dialogar, comprender que algo estaba mal, muy mal. Y cuando quiso llevar ese diálogo a sus compañeros iba de constante rechazo. Pero uno a uno los pescadores se fueron sumando al proyecto de restauración.

En poco tiempo los pescadores de El Manglito y sus familias se organizaron para limpiar el fondo marino. También mujeres y niños. La primera limpia fue sacar 30 toneladas de basura del fondo de la ensenada. También limpiaron las calles y las casas retirando toda basura.

Luego se capacitaron con la comunidad científica para el manejo de la almeja Catarina. Sembraron 530 mil almejas para empezar el repoblamiento “y ahí se estaba viendo la voluntad de la palomilla y eso nos mantenía vivos” dice Hubert Méndez.

La noticia de suspender la pesca molestó a las familias. Martha Magdalena García Juárez cuenta que cuando su marido, un joven y activo pescador de callo de hacha, le llegó con la noticia los dejó muy inquietos y fastidiados.

“Ganábamos mucho con el callo de hacha, pero lo gastábamos de inmediato”, comenta. Y de repente quedarse sin nada. Ella a base de puro esfuerzo y creatividad puso un modesto restaurante de mariscos. Y muchas otras mujeres se empezaron a involucrar en los negocios y otras actividades con pescadores.

Mientras los pescadores de El Manglito dejaron de pescar, la ensenada fue blanco de los pescadores furtivos (“patitos”). Entonces crearon un programa de vigilancia donde se involucraron todos los pescadores y 14 mujeres, para cuidar el callo.

Para el año 2013 ya no había 40 mil callos de hacha en el fondo del mar: el siguiente conteo fue de 700 mil callos. Pero la felicidad no puede ser continua ni para los animales. Los callos se infestaron de un organismo plaga invasor de la bahía llamado tunicado, que se reproduce en las conchas del callo, los asfixia y los conduce a la muerte.

Los pescadores tuvieron que aprender a convivir con el enemigo. Fue un golpe muy duro. Pero se levantaron. El otro problema no olvidado es el de la descomposición social, el factor humano. No hay campo pesquero sin vicios.

María Lourdes Márquez Salazar ha encarado más intensamente ese problema. Se ha recuperado de un cáncer de mama, y no concibe tener o dejar a sus hijos en una sociedad “tóxica”.

Habla con reciedumbre y convencida de la necesidad del cambio: “creo que para poder restaurar el mar había también que restaurar a la sociedad, porque si no cambiamos nuestra forma de vivir de ser y de pensar, pues el mar no nos va a cambiar a nosotros”.

Ella con otras mujeres colabora llevando programas asistenciales a la comunidad, y llevando jóvenes a centros de rehabilitación de adictos,viajando hasta Sinaloa.

Han pasado 6 años desde que suspendieron la captura de callo de hacha y ya la ensenada de La Paz volvió a tener vida, ya hicieron las primeras cosechas programadas de callo de hacha y ven crecer las poblaciones de almeja Catarina.

Liliana Gutiérrez dice que su sueño ya lo comparte toda la comunidad: “que esta laguna sea un ejemplo mundial de una comunidad feliz, de una comunidad comprometida, de una comunidad resiliente, y por lo tanto se refleje en un ecosistema abundante, en un ecosistema generoso, en un ecosistema bello”.

Los ojos de México ya están puestos sobre el éxito de ellos. Los pescadores hicieron lo que los programas de gobierno no harán. Encararon el colapso con responsabilidad y en el mar ha vuelto la vida.

Francisco Javier Méndez Márquez es un pescador que vio un pasado abundante, luego la desgracia, y hoy la restauración. “es bonito ir a ver el producto, recordar los tiempos donde mi abuelo, es lo mejor que pueda pasarnos. Yo por mis nietos para que ellos también puedan ver la bahía como yo la vi, como la vio mi padre y como la vio mi abuelo”.

Por tres días consecutivos los pescadores de El Manglito fueron anfitriones capacitando pescadores de la bahía de Altata, Sinaloa, y tienen invitaciones de diversos campos pesqueros de México. Hoy son un ejemplo nacional de voluntad, fuerza y tenacidad.

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