Un hombre festivo, un padre de familia sacrificado, un provocador, un travieso, un galante, esto y más fue Pedro Infante.
Por: Juan Francisco Sotomayor
Dicen que a Pedro Infante lo hizo el cine mexicano, pero en México el cine se hizo con él.
(TBN) Pedro Infante 100 años en un cine que no volverá. Pocos actores del mundo han logrado compenetrar en las masas convirtiendo las películas en historias cotidianas, idealizando al México rural cruzando de un siglo a otro en preferencia y memoria colectiva.
Pedro Infante cumplió 100 años de nacido y 60 años de su muerte (1917-1957-2017). En sus filmes idealizó al mexicano que lucha por sus metas en un mundo desigual, encarando la vida con risas y enjugando lágrimas en el sufrir.
Luchó por un empleo en la actuación y terminó convertido en el ídolo de una nación.
Su llegada al cine fue circunstancial, pero su modo personal le dio un sazón sin igual a un México que necesitaba de esperanza, en un despertar revolucionario donde la falta de oportunidades se suplió en el imaginario festivo.
Sinaloense, franco y arrebatado. Nacido en un Mazatlán que empezaba a florecer con algunas tiendas de mercadería extranjera y una economía con los aires de la minería en decadencia.
Criado en Guamúchil, un barrio ferrocarrilero sin sobresaltos, surgido de un campamento rielero impregnado de la paz pueblerina, que reflejaba la precariedad económica de la primera mitad del siglo 20 del México rural.
Carpintero de oficio, siendo hijo de músico, residió luego en Culiacán donde interactuó como cantante con algunas orquestas, y emigró en 1939 a la ciudad de México para probar suerte como cantante.
El Guamúchil que citó en más de una ocasión en sus filmes, es el mismo que vieron crecer nuestros padres; en aquel tiempo escasamente cruzado por algún vehículo, pero sí de carretas jaladas por bueyes, caballos y burros, en el trajinar de Mocorito a la Angostura.
Por eso cuando le dieron el primer papel como “extra” en el filme En un burro, tres baturros (1939), no le fue ajeno desempeñarse al lomo de una pequeña bestia. Quien diría, que empezó en burro, trabajó como burro y… terminó como estrella.
Recuerda aquí sus canciones.
Su carrera en el cine fue relativamente corta, 18 años le sirvieron para filmar 63 películas. Su habilidad en el canto y su carisma en el cine le dieron a Pedro Infante la distinción de fusionar el canto y la actuación en esa “magia” que envolvió la época de oro del cine mexicano.
Tan exitosas como sus películas fueron sus más de 300 canciones grabadas, que alegraron los días en populosos hogares y barrios de las grandes ciudades, como en el caserío de pueblos.
“Amorcito corazón” es quizá la canción más emblemática de su haber, y la que más corazones palpitantes habrá dejado; pero no fueron menos significativas: “Qué te ha dado esa mujer”, “Cien años”, “Paloma querida”, “La que se fue”, “Maldita sea mi suerte”, “dicen que soy mujeriego”, y decenas más.
De su esencia de carpintero su cinta “Pepe el Toro” (1953) saca el empuje competitivo y el sufrir de los pobres. Cada cinta en él es un éxito del cine, algunas de las películas más recordadas son:
“Los tres García” (1947), “Vuelven los García” (1947), “Nosotros los pobres” (1948), “Los tres huastecos” (1948), “Ustedes los ricos” (1948), “La oveja negra” (1949), “A toda máquina” (1951), “Qué te ha dado esa mujer” (1951), “Un rincón cerca del cielo” (1952), “Ahora que soy rico” (1952) y “Dos tipos de cuidado” (1953).
En cada película Pedro Infante va dejando un personaje, va recreando a un mexicano, y la suma de sus historias va moldeando una cultura colectiva; un hombre festivo, un padre de familia sacrificado, un provocador, un travieso, un galante, un bebedor social, un llorón, y un prototipo masculino.
Sus filmes llevaron las emociones en un viaje corto de la risa al llanto y del despecho a la pasión. Sus películas traspasaron generaciones del México post revolucionario al modernismo digital.
Nunca en México un personaje de cine ha sido tan querido. Hoy que se cumplen 60 años de su muerte y 100 años de nacimiento, Pedro Infante representa un tipo de cine que no volverá.
Un sinaloense allende las fronteras.
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